(Fides) «El miércoles, 16 de abril - explica Mons. Nongo-Aziagbia - con mi coche llevaba a tres sacerdotes de mi diócesis a su parroquia (la parroquia de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de Bantangafo), cuando a eso de las 17 horas fuimos interceptados por los rebeldes de la coalición Seleka bajo el mando de un coronel que estaba en cargo en Bossangoa cuando los rebeldes ocuparon la ciudad».
«Me llevaron ante la presencia de este coronel - dice el obispo - que me acusó de haber arruinado su plan para recuperar Bossangoa, por haber puesto a circular en Internet declaraciones difamatorias contra él, por haber recogido en Bantangafo información que yo habría pasado a las fuerzas internacionales presentes en Centroafrica, la Sangaris (francesa) y la MISCA (africana), y, por último, de haber organizado la resistencia en la ciudad para evitar la reconquista de sus hombres».
El obispo añade «los rebeldes me quitaron la cruz pectoral, el anillo episcopal y los paramentos sagrados que contenía en mi maleta. Luego yo y mis tres sacerdotes fuimos conducidos a Sidot para matarnos. A la altura de Kabo (en el extremo norte del país, en la frontera con Chad) Nuestro convoy fue detenido por la intervención de la comunidad internacional y en especial del comandante de la zona local militar de Seleka, un general, que no estaba de acuerdo con el orden de ejecución emitida por su subordinado. Después de toda esta peregrinación, que duró todo el Jueves Santo, el Viernes Santo se nos condujo a Bantangafo donde el comandante de la Misca nos recogió en helicóptero para llevarnos de vuelta a casa».
«Don Wilibona murió en el acto – continúa el Obispo -. La población local estuvieron tratando de recuperar el cuerpo, pero sus asesinos impidieron durante 3-4 horas llegar al cadáver. Por fin los habitantes de la aldea local han podido enterrar el cadáver, pero ha sido trasladado más tarde con la ayuda de la Cruz Roja, a la misión de Paoua, donde el p. Wilibona era párroco». «Todo el norte de mi diócesis está ocupado por la coalición rebelde Seleka, que dictan la ley a pesar de la presencia de las fuerzas internacionales. Yo me pregunto: ¿a que sirve su presencia en Centroáfrica?» concluye Mons. Nongo
«Me llevaron ante la presencia de este coronel - dice el obispo - que me acusó de haber arruinado su plan para recuperar Bossangoa, por haber puesto a circular en Internet declaraciones difamatorias contra él, por haber recogido en Bantangafo información que yo habría pasado a las fuerzas internacionales presentes en Centroafrica, la Sangaris (francesa) y la MISCA (africana), y, por último, de haber organizado la resistencia en la ciudad para evitar la reconquista de sus hombres».
El obispo añade «los rebeldes me quitaron la cruz pectoral, el anillo episcopal y los paramentos sagrados que contenía en mi maleta. Luego yo y mis tres sacerdotes fuimos conducidos a Sidot para matarnos. A la altura de Kabo (en el extremo norte del país, en la frontera con Chad) Nuestro convoy fue detenido por la intervención de la comunidad internacional y en especial del comandante de la zona local militar de Seleka, un general, que no estaba de acuerdo con el orden de ejecución emitida por su subordinado. Después de toda esta peregrinación, que duró todo el Jueves Santo, el Viernes Santo se nos condujo a Bantangafo donde el comandante de la Misca nos recogió en helicóptero para llevarnos de vuelta a casa».
Sacerdote asesinado
También en la diócesis de Bossangoa el 18 de abril, Viernes Santo, fue asesinado Don Christ Forman Wilibona. «Don Wilibona era uno de mis sacerdotes - dice a Fides Mons. Nongo - Aziagbia - que regresaba a casa en moto tras celebrar la Misa Crismal (que por razones logísticas se celebró el viernes en lugar del jueves) cuando se topó con un retén rebelde Seleka asociados con elementos Peuls (una población de pastores de fe musulmana, presentes en varios países de la región, ed.) que lo asesinaron, disparándole hasta 12 balas».«Don Wilibona murió en el acto – continúa el Obispo -. La población local estuvieron tratando de recuperar el cuerpo, pero sus asesinos impidieron durante 3-4 horas llegar al cadáver. Por fin los habitantes de la aldea local han podido enterrar el cadáver, pero ha sido trasladado más tarde con la ayuda de la Cruz Roja, a la misión de Paoua, donde el p. Wilibona era párroco». «Todo el norte de mi diócesis está ocupado por la coalición rebelde Seleka, que dictan la ley a pesar de la presencia de las fuerzas internacionales. Yo me pregunto: ¿a que sirve su presencia en Centroáfrica?» concluye Mons. Nongo