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domingo, 23 de marzo de 2014

Una carta de Mario José Redondo

MARIO JOSÉ REDONDO
Muy estimada dona Elsa Nadal:
Recientemente tuve la oportunidad de leer “Un Llamado a Perdonar” que publicara en noviembre del año pasado. Mi señora madre lo imprimió, incluyendo algunos comentarios de sus lectores. Desde mi sencillez me atrevo a compartirle algunas reflexiones. Siéntase en la libertad, si así lo estima provechoso, de compartirlas con sus muchos lectores.
Las estrategias de condena y/o defensa en este caso, agotaron su vida útil. Un genuino ejercicio de verdad no puede desplegarse a espaldas del contexto en el que se fraguó toda esta desgracia. En 1996 era un joven asustado, desorientado y confundido. Uno que muy penosamente se enredó con gentes y medios criminales. Al hacerle violencia al orden social, traicioné los afectos y enseñanzas de mi familia. Al complicarme en el horror que terminó con la vida de mi primo destrocé todo lo que me era familiar, incluyéndome a mí mismo.
Mi historia, sin embargo, no es la de uno que se empeña en regatear culpas y burlar responsabilidades. Mi arrepentimiento viene del alma y cuenta los dolores de todos. No pone condiciones y no espera favores. Tampoco es una pose sino que es actitud y compromiso de vida que por casi dos décadas se viene concretizando en mi trabajo, los logros académicos alcanzados y el amor de familia y amigos. Todo esto al amparo de la mano misericordiosa de Dios que me guía y sostiene.
Aprecio las preocupaciones de una sociedad que en los últimos 20 años ha experimentado una profunda degradación en su sentido de seguridad. Se entiende, independientemente de las virtudes de la corrección como fin último de la pena, que para un corazón herido constituye un enorme desafío distinguir dónde termina el castigo y dónde empieza la rehabilitación con todas sus consecuencias.
Nótese que la rabia, la flojera y la enredadera de actitudes y prácticas que se derivan de estas en un momento pueden ser espejo de un instante , incluso de un tiempo pero jamás ocupar un posicionamiento protagónico en la carpintería del interés social.
Opto de forma respetuosa y considerada por intentar construir un diálogo donde los antecedentes, causas, consecuencias y lecciones aprendidas sean puestas al servicio del interés colectivo. Que sobre la suerte de los encarcelados de hoy se sienten las bases para prevenir, logrando así una mejor sociedad para todos. Naturalmente, con el más absoluto respeto para los que puedan pensar diferente.
Con el 50% de mi vida en prisión he acumulado numerosas lecciones. He vivido, visto, estudiado y reflexionado. Creo firmemente en la idea de que cuando la prevención falla corresponde perseguir, procesar, condenar y corregir.
Pretender utilizar el poder de la condena como un mecanismo de retaliación pura y simple es una tentación entendible pero equivocada. Equivale a sub-utilizar una herramienta de enorme poder concebida para empinarse por encima de las partes y servir al interés del colectivo social.
Confundir las virtudes del tratamiento penitenciario con las debilidades de nuestro sistema de consecuencias es un error común y de lamentables repercusiones.
Respetuosamente me atrevo a afirmar que el problema no lo constituyen los que como sociedad apresaste, condenaste y sometiste exitosamente a tratamiento penitenciario. El problema mayor lo presentan los que no atrapas, aquellos que con recursos y habilidad logran disimular su responsabilidad y evitan las consecuencias de sus actos. Ellos y ellas, con sus pseudo hazañas provocan, distorsionan y alimentan la mitología de que el orden social puede ser burlado impunemente.
Con máxima consideración, Mario José Redondo

Por MARIO JOSÉ REDONDO