(EP/InfoCatólica) El cardenal Ouellet ha pronunciado la lección magistral del acto de apertura del Año Judicial Eclesiástico de Valencia, que ha presidido el arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro. Asimismo, han asistido autoridades institucionales, judiciales, académicas y eclesiásticas, entre otras.
El prefecto de la Congregación para los Obispos ha subrayado que la Iglesia «no ha dejado de seguir con preocupación creciente una evolución de costumbres y modos de vida que se alejan de la vivencia transmitida por la revelación bíblica y la tradición cristiana». En esta línea, ha resaltado la importancia de que los «pastores» de la Iglesia realicen «una reflexión e iniciativas innovadoras».
Para el prelado, «tradición no significa inmovilismo», sino «progreso y cambio» y, al respecto, ha abogado por «una pastoral renovada del matrimonio y la familia. Así, considera que se debe «repensar toda la pastoral de la Iglesia a partir de la familia».
El cardenal canadiense, quien se ha referido a la familia como «Iglesia doméstica», ha destacado que «las parejas que han permanecido fieles a pesar de todos los vientos contrarios deben curar a las personas heridas por los fracasos en el amor y ayudar a las familias en situación irregular que ahora sí aspiran a una vida de gracia auténtica».
Entre estas personas, ha citado a los divorciados vueltos a casar, que «son todavía numerosos, pero van disminuyendo debido a los acontecimientos actuales que afectan al matrimonio como un valor social y a la pérdida del significado mismo del matrimonio como la unión de un hombre y una mujer».
Así, en cuanto a los divorciados vueltos a casar, el presidente de la Pontificia Comisión para América Latina considera que la Iglesia debe «acoger calurosamente su disponibilidad para un camino de conversión, penitencia y crecimiento espiritual». Cree que «se les debe ayudar a restablecer su vida de unión con Cristo, pero con el límite impuesto por la verdad de los sacramentos de la Iglesia».
También ha hecho referencia a que hoy en día «muchas personas no se casan, se limitan a convivir» y, sobre este asunto, ha indicado que «una pastoral de la misericordia debe preocuparse, en primer lugar, de salvar al hombre y a la mujer del temor a entregarse», ya que considera que «esto obstaculiza en gran medida cualquier búsqueda de felicidad».
En otro momento de su intervención, el cardenal ha señalado que se debe denegar el acceso al matrimonio y reconocer la nulidad del mismo «si los contribuyentes no se reconocen ya como miembros de la Iglesia», es decir si se manifiestan «incrédulos».
El prefecto de la Congregación para los Obispos ha subrayado que la Iglesia «no ha dejado de seguir con preocupación creciente una evolución de costumbres y modos de vida que se alejan de la vivencia transmitida por la revelación bíblica y la tradición cristiana». En esta línea, ha resaltado la importancia de que los «pastores» de la Iglesia realicen «una reflexión e iniciativas innovadoras».
Para el prelado, «tradición no significa inmovilismo», sino «progreso y cambio» y, al respecto, ha abogado por «una pastoral renovada del matrimonio y la familia. Así, considera que se debe «repensar toda la pastoral de la Iglesia a partir de la familia».
El cardenal canadiense, quien se ha referido a la familia como «Iglesia doméstica», ha destacado que «las parejas que han permanecido fieles a pesar de todos los vientos contrarios deben curar a las personas heridas por los fracasos en el amor y ayudar a las familias en situación irregular que ahora sí aspiran a una vida de gracia auténtica».
Entre estas personas, ha citado a los divorciados vueltos a casar, que «son todavía numerosos, pero van disminuyendo debido a los acontecimientos actuales que afectan al matrimonio como un valor social y a la pérdida del significado mismo del matrimonio como la unión de un hombre y una mujer».
Así, en cuanto a los divorciados vueltos a casar, el presidente de la Pontificia Comisión para América Latina considera que la Iglesia debe «acoger calurosamente su disponibilidad para un camino de conversión, penitencia y crecimiento espiritual». Cree que «se les debe ayudar a restablecer su vida de unión con Cristo, pero con el límite impuesto por la verdad de los sacramentos de la Iglesia».
También ha hecho referencia a que hoy en día «muchas personas no se casan, se limitan a convivir» y, sobre este asunto, ha indicado que «una pastoral de la misericordia debe preocuparse, en primer lugar, de salvar al hombre y a la mujer del temor a entregarse», ya que considera que «esto obstaculiza en gran medida cualquier búsqueda de felicidad».
En otro momento de su intervención, el cardenal ha señalado que se debe denegar el acceso al matrimonio y reconocer la nulidad del mismo «si los contribuyentes no se reconocen ya como miembros de la Iglesia», es decir si se manifiestan «incrédulos».