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miércoles, 5 de febrero de 2014
Políticamente correcto
El Presidente Medina pudo haber improvisado las palabras, pero el contenido de su discurso en Cuba estaba preconcebido por su trascendencia, más para lo interno del país que para el escenario donde se pronunció. Obvio que las torpes palabras del Primer Ministro de San Vicente y Las Granadinas le adicionaron ingredientes, pero no hubiesen sido distintas las cosas.
Se trató de una pieza oratoria políticamente correcta. Impensable que un político con las destrezas del Presidente hubiese actuado de forma diferente ante una innegable agresión a principios elementales de soberanía contra su nación. Un estadista fuera de su territorio, testigo de un maltrato contra su país, si permanece inmutable puede asegurar que, con razón, descenderá estrepitosamente en la valoración de su población.
Pero las cosas no se quedan en algo tan elemental. El Presidente capitalizó el momento para ampliar su campo de influencia en el escenario político dominicano. De una u otra forma, el sector conservador no se sentía cómodo con lo que valoraba como una posición de resistencia del Presidente a la aplicación absoluta de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la nacionalidad. El evento sirvió de plataforma para restablecer su relación con quienes han asumido una defensa acérrima del fallo.
El discurso, no obstante, tuvo una parte desafortunada. La que atañe a la valoración jurídica de la sentencia. Con ese proceder, asumía una actitud que le permitía retomar una vinculación con una clase económica y social que lucía más consolidada con otro liderazgo nacional. La reacción de esa franja conservadora de la sociedad no se ha hecho esperar y es previsible que los niveles de su aceptación hayan alcanzado mayores cotas. Nos decepcione o no, esos batallas fáciles son los parámetros con los cuales se determina hoy la vocación patriótica.
El discurso, no obstante, tuvo una parte desafortunada. La que atañe a la valoración jurídica de la sentencia. El Presidente, sin necesidad, tomó partida a favor del texto, cuando lo que dijo pudo hacerlo presentando los hechos como expresión de la separación de poderes. Incluso, al decir que él no puede quitar a alguien algo que no tenía, lo asumió como si se tratara de una manifestación del poder que representa.
En eso radica lo peor. Es falso que no se haya despojado a nadie de derechos adquiridos. La recurrente ante el TC era legal y legítimamente dominicana y, como ella, los que estaban en su circunstancia. El correcto discurso del Presidente no puede conducirnos a coincidir en este aspecto.
POR: Pedro P. Yermenos Forastieri
pyermenos@yermenos-sanchez.com