Se ha dicho que los dominicanos siempre están “en el mismo sitio”; que no avanzan en su desarrollo político y social porque reinciden en los mismos errores; que sus líderes padecen parecidas manías egocentristas. Aunque los políticos actuales no usen el bicornio emplumado que Trujillo ponía sobre su cabeza, todos buscan que les concedan honores y reconocimientos. Trujillo, además de designarse “Padre de la Patria”, generalísimo, “benefactor”, ordenó una estatua ecuestre colosal de su persona, “preclara y perínclita”, como era obligatorio entonces calificarle. La estatua no llegó a ser instalada porque el 30 de mayo de 1961 perdió la vida.
Durante una amable reunión privada, cierto amigo contó una curiosa historia alrededor de aquella estatua “tamaño heroico”. El narrador había sido parte del cuerpo diplomático dominicano acreditado en Europa. Recibió una llamada telefónica de la presidencia de la República; debería presentarse en SD para ser encargado de una misión especial. Pocos días después tuvo una entrevista con el Presidente Joaquín Balaguer. El jefe del Estado explicó que había una estatua de Trujillo en el estudio de un escultor catalán, lista para ser embarcada. Esperaba que sacáramos provecho de gastos gubernamentales ya realizados. Tal vez el escultor estuviese dispuesto a cambiar la cabeza del jinete.
Balaguer entregó al diplomático un retrato de Pedro Santana, primer presidente de RD, que serviría de modelo al escultor. ¿Cuánto costaría hacer este cambio de cabeza en la estatua? Quizás el artista estuviese dispuesto a diseñar una plataforma o plaza donde la estatua pudiera ser colocada. Se pensó que el coloso del héroe de las batallas contra tropas haitianas, debería exhibirse en la frontera. Desde aquellos lugares la gigantesca estatua cumpliría el papel simbólico de asustar a los haitianos. El escultor cotizó 25 mil dólares; pero murió sin realizar la obra.
Hace tres días, en un supermercado, un señor de pelo blanco me abordó para decirme: “el verdadero Padre de la Patria dominicana no es Duarte, ni Trujillo, ni Balaguer; es Pedro Santana. Un hombre que nació en Hincha y se mudó a El Seibo, o sea, a las antípodas, era llamado cada vez que había que pelear con haitianos; él iba con sus macheteros y los vencía o los ahuyentaba”.