Main Nav

miércoles, 22 de enero de 2014

Héctor J. Díaz: la estrella del Sur

El 21 de enero celebro por partida doble; a una celebración me une la religiosidad de mi Nación, a otra el arte y mi profesión. Celebro a la madre protectora y espiritual del pueblo dominican la Virgen de la Altagracia y celebro la vida de un artista inmenso, diverso, genuino; poseedor de una luz que iluminó desde Azua de Compostela hacia el mundo: Héctor José de Reglas Díaz, memorable gestor cultural; locutor, escritor y poeta.
Este artista que nació un 21 de enero de 1910, tuvo como musa a la mujer de pueblo; la mujer laboriosa, la digna, la noble y la generosa, como afirma Rafael E. Caamaño. Asimismo, su etnia, costumbres, los derechos inherentes a cada ser humano, entre ellos la libertad, educación, expresión y difusión del pensamiento.
Fue además, productor de radio, creando programas que promovían nuestra cultura y valores. Se le conoce por ser una persona auténtica, sencilla; que viviendo en tiempo de la dictadura de 1930-1962, no aduló el régimen como lo hicieron otros artistas de su época.
Acostumbrado a dar serenatas en su pueblo natal, más tarde compone boleros y merengues, entre ellos: ”Entre Tú Amor y Mi Amor”; “El Negrito del Batey”, en 1942, cantado por primera vez por Joseìto Mateo; “Se Murió Martín”, “El Mal Pelao”. Al mismo tiempo, abrazó don gran tesón la poesía negroide.
Debo destacar que luego de leer sobre la vida de este hombre gigante en saberes, estoy más que orgullosa de haberme formado en la escuela de locución que llevó su nombre hasta inició del 2000; ubicada a la sazón en la hoy Corporación Estatal de Radio y Televisión, donde obtuve sapiencia de la mano de otra gloria de la locución dominicana, el maestro extinto, doctor Albert Bridgewater, quien enseñó a sus alumnos y alumnas el legado de Héctor J. Díaz.
Esta estrella del sur, poeta intranquilo, como lo calificó el compositor y músico, Luís Kalaf, en su “Plegaria”; joya invaluable del arte dominicano y fuente de inspiración, para otros como Rafael E. Caamaño, fue además, promotor de las y los artistas dominicanos en el exterior. Y autor de los libros: “Lirios Negros”; “Flores y Lágrimas”; “Ritmos Íntimos”; “Plenitud”; y “Versos para una sola Noche”.
Falleció en Nueva York en 1950, sus restos descansan en el panteón de los artistas en el Cementerio Nacional de la Avenida Máximo Gómez.
Invito a esta y a futuras generaciones aconocer un dominicano de pura cepa: Héctor J. Díaz, un hombre preocupado por su Nación, promotor de su costumbre y etnia. Su legado es fuente de inspiración.
santosemili@gmail.com

Por EMILIA SANTOS FRIAS