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viernes, 4 de octubre de 2013

Políticos dominicanos, héroes del silencio


 

No me quejo porque quiero, sino porque siento los avatares destructores del pensamiento social que pulula dentro y en las afueras del bailoteo politiquero, que con el transcurrir de los años se torna más incomprensible y sombrío, cuando se trata de buscar solemnes alternativas para concatenar esfuerzos de solución a los perennes problemas de la partidocracia dominicana.

Estoy cansado del silencio de los políticos, cuando se trata de salvaguardar los intereses de los hijos de machepa; y reflexiono en nombre de quienes no tienen los medios para desahogarse, porque si cometo el error de guardar silencio, me convierto en el imperativo erróneo del habla inmunda que sólo vocifera a través de los medios cuando anda detrás del continuismo.

El ausentismo consuetudinario e hiperactivo de los “políticos y héroes del silencio” esta cimentado en el fundamentalismo de “hacer lo que nunca se ha hecho” a imagen y semejanza de sus intereses, poniendo como base subvencionista los recursos del estado, sin embargo, guardan silencio cuando es oportuno hablar, apoyan las alabanzas de los oportunistas, se abstienen de hablar cuando es necesario refutar una falsedad y callan la verdad cuando hay que salvar la reputación de un hermano, porque actúan en común acuerdo con trepadores, cómplices y bandidos de su mismo entorno.

Los males que afectan la nación dominicana, con efectos múltiples de complicidad política, tienen su principal base en la terrible maldición que pesa sobre las armoniosas relaciones entre los gobiernos de turno, que mientras están en campaña atiborran de ofrecimientos a los dominicanos y tras su paso por el poder olvidan las promesas ofertadas.

En el ocaso del infortunio que nos espera de los políticos que firman con el nombre que menos vergüenza les causa, pues, nos encontramos solos, sin sombra, pidiendo que nos devuelvan las cosas que alguna vez fueron nuestras y que nos fueron arrebatadas por los solitarios que hablan y siempre niegan su soledad, yéndose a un sitio más tranquilo, adonde conviven con sus colegas fantasmas pertenecientes al mismo bando de la partidocracia.

Son incomprensibles, terratenientes de lo baldío, que hacen y aprueban las leyes a su conveniencia, formulan proyectos oportunistas, fabrican expedientes, defienden narcotraficantes, comulgan con los políticos corruptos, contratan empresas constructoras a fines, para que le devuelvan parte de los presupuestos, cabildean con el Poder Judicial la libertad de personas vinculadas a todo lo que está mal, porque para los políticos el mal está por encima del bien y lo inmoral está por encima de lo moral, o sea, todo esto, porque tienen “la sartén por mango y el mango también”.

De acuerdo a mis consideraciones, la política es la ciencia más pura y ordenada de la sociedad, siempre que se cumpla con los parámetros y lineamientos establecidos, dispuestos para ordenar los estados y quienes incursionen en ella se adapten a los principios establecidos y que de acuerdo con Aristóteles, ganó popularidad en el siglo V Antes de Cristo.

Según los principios funcionales que definen el Estado, este debe ser administrado como un órgano de conducción, síntesis y previsión, sin embargo, en el caso especifico de República Dominicana, dichos términos están divorciados de la realidad, porque quienes los administran entienden que este es un patrimonio del partido que lo administra, donde sus bienes y recursos recaudados se lo distribuyen a merced de sus necesidades.

De seguir por el camino que vamos, nos convertiremos en un país fallido, si es que en la actualidad no lo somos.

Por MARINO BAEZ
El autor es periodista