El amor es lo que ha inspirado a miles de artistas, cantantes, pintores, escritores y poetas. El amor nos atrae tan poderosamente que mucho ni comen ni duermen por pensar en un amor.
Otros pierden la ilusión de vivir si llegan a perder un amor, y muchos más darían cualquier cosa, lo que le pidieran, por un poquito de amor. Otros, por el contrario, hacen enormes sacrificios, grandes hazañas y actos heroicos por amor. Pero, estas son algunas facetas y manifestaciones del amor. Entonces, ustedes preguntaran ¿Qué es el verdadero y completo amor? ¿Dónde encontrarlo?
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define al amor como: “Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”.
En esta definición el amor aparece por una necesidad de buscar algo de otro, se busca el encuentro de algo para nuestro beneficio y probablemente es este hecho lo que lo hace diferente a la interpretación paulina.
Mientras el concepto que establece Pablo en su carta, el amor no busca nada para uno mismo, “disculpa, cree, espera y aguanta sin límites” sin esperar nada a cambio, es la generosidad llevada a su máxima expresión, es el amor genuino. ( 1ª Corintio 13:1-8)
La parábola de buen samaritano descrita en Lucas 10: 25-37 es lo que se conoce como amor. No es un sentimiento. No es una emoción. Es Dios mismo, actuando en nuestra vida, y dándose a través de nosotros, a los demás. Esto quiere decir que la naturaleza del amor es espiritual y es transmitida por Dios a nuestro espíritu.
Doña Lolita Cruz de Chamorro señala en su obra Llamado a la Confianza, que el amor es como ese viento apacible que nos acaricia suavemente sanando nuestro interior y sirviendo de catalizador para liberar y movilizar todos los recursos y potencialidades interiores adormecidas.
So quiere vivir una vida extasiada del amor divino, se hace absolutamente necesario, primero que todo, comprender que este es el amor con el cual Dios nos ha amado a través de su hijo Jesucristo.
Pablo dice : “Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.
Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada.
Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.
El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará.
Si tuviésemos que identificar el factor común en nuestras crisis, llegaríamos siempre a un mismo punto: LA AUSENCIA DE AMOR.
La imposibilidad de dar y recibir amor es la característica que prevalece en un gran número de corazones, y por tanto en una buena cantidad de hogares, equipos de trabajos, empresas, comunidades, iglesias.
Un corazón saciado del amor divino, tomara la decisión de dar amor genuino, a su esposa (a), a sus hijos, a sus padres, a sus amigos, a sus empleados, a sus discípulos. Y ese amor genuino el que sana, el que perdona, el que da una nueva oportunidad, el que cubre el pecado, de tal forma que el error que una vez se cometió, ya no puede dañar más.
Rafael Baldayac