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martes, 24 de septiembre de 2013

El limpiavidrios de la avenida Tiradentes

El otro día, mientras conducía hacia mi casa por la avenida Tiradentes, al detenerme en el semáforo de la intersección que hace esta vía con la Bolívar, vi una escena que se repite todos los días, pero esta me conmovió: un niño de aproximadamente unos 9 años, rendido en la banca de un parque. Observé que se había quedado dormido y que una de sus manitos conservaba su herramienta de trabajo: una esponja para él lavar los cristales a los vehículos.
Le tomé dos fotos, desde donde me lo permitía la distancia, quise conservar la escena que fabrica la inequidad de un sistema sin oportunidades y, vino a mi mente… el otro limpiavidrios, pero ya el adulto, ése al que un joven conductor, le disparó a distancia en la cabeza quitándole la vida.
Pero cómo medir si ambos estuvieron mal: sencillo, una persona con páginas (que ha ido a la escuela), debería asumir ciertas situaciones de manera distinta a como la asumiría alguien que no tuvo la oportunidad de estudiar ni de conseguir un empleo digno.
Ésos que no fueron a la escuela (limpiavidrios y pedigüeños que están en las calles) jamás reaccionarían igual que uno que ya tiene un título de bachiller o universitario. Al primero se le entendería una reacción que moleste a los que están del otro lado del cristal, pongámonos por un momento en su lugar: están en pleno sol, recibiendo un NO reiterado al servicio que ofrecen, a veces sin haber probado desayuno o almuerzo alguno.
Es cierto que algunos hostigan y sacan de “quicio”, pero no se justifica por ello que debamos responder también con violencia y peor aún, con quitarle la vida a alguien.
Este infante corría el mismo riesgo: morir en manos de la intolerancia. Se convertiría en ese victimario que sería criticado por los comunes, sobre todo por aquellos que no frenan la lengua olvidándose de conectar el cerebro a ésta… y no tomarían en cuenta que él fue víctima de una sociedad desigual.
La sociedad ha fracasado, tenemos esos seres buscando la manera de sobrevivir, y hasta incluso, de cómo costear sus vicios…
Debemos detenernos y pensar, qué ofrece el Estado a estas víctimas sociales. Qué le facilitan para que puedan ser entes productivos y de beneficio a l sistema: respóndase usted mismo.
El Gobierno, luego de la muerte del limpiavidrios, anunció la construcción de La Ciudad del Niño” que albergará a menores en situación de vulnerabilidad o en conflicto con la ley, el mismo estará a cargo del Ministerio de Educación y de la Procuraduría. Espero que esto sea una luz al final del túnel, porque de lo contrario, serán muchos los que seguirán por el camino de aquel al que el sistema obligó a dejar las calles de manera no muy elegante.
Que sea una realidad esta obra, porque al final, estos niños son empujados a la calle a bucear en los rincones de lo que hay allá afuera, expuestos a lo que sea: abusos, hambre, maltrato físico y psicológico, entre otras cosas que los convierten en el día a día, en seres duros de rostros pobres dibujados por una vida que no pidieron, pero que si pudiese mejorar si la sociedad les garantizara un mejor porvenir, y no dejara que éstas víctimas se convirtiesen en victimarios.
Autor: ADELAIDA MARTÍNEZ R.