(InfoCatólica) El obispo de San Sebastián ha explicado que ha tenido la oportunidad de acudir a la JMJ de Río «acompañado de un pequeño grupo de jóvenes de nuestra Diócesis» y ha avanzado que hará «próximamente alguna reflexión, ahondando en el mensaje clarividente y esperanzador transmitido por nuestro Papa Francisco».
El obispo ha afirmado que «en esta ocasión, quisiera referirme a uno de los personajes históricos que ha estado muy presente en esta Jornada Mundial de la Juventud. Me refiero al beato José Anchieta S.I., uno de los intercesores elegidos para la JMJ de Rio, lo que significa que ha sido».
Tras dar una amplia explicación sobre la semblanza y la obra misionera y apostólica del beato en Brasil, Mons. Munilla ha preguntado:
«Y he aquí la gran pregunta», ha añadido Mons. Munilla: «¿Cuál es la dirección? ¿Hacia dónde vamos?». «El auténtico progreso –ha respondido– solo puede estar enraizado en la Tradición. Chesterton remata con la siguiente afirmación: “Cuanto más crece un árbol, cuantas más ramas le salen, más se aferra a sus raíces”».
«En el fondo», ha afirmado el obispo de San Sebastián, «es la misma pregunta que Ignacio de Loyola dirigió, cinco siglos atrás, a Francisco Javier: “¿De qué te sirve ganar el mundo entero, si pierdes tu vida?”».
«Ciertamente», ha asegurado, «este mundo está experimentando cambios vertiginosos; pero LA PREGUNTA – con mayúscula– es la misma de siempre; y la respuesta, al igual que Ignacio, Francisco Javier y José de Anchieta, también la encontramos en el Evangelio. La respuesta tiene un nombre propio: ¡JESUCRISTO!»
El obispo ha afirmado que «en esta ocasión, quisiera referirme a uno de los personajes históricos que ha estado muy presente en esta Jornada Mundial de la Juventud. Me refiero al beato José Anchieta S.I., uno de los intercesores elegidos para la JMJ de Rio, lo que significa que ha sido».
Tras dar una amplia explicación sobre la semblanza y la obra misionera y apostólica del beato en Brasil, Mons. Munilla ha preguntado:
«Al asomarnos a personajes como el beato Anchieta, no podemos por menos de volver la vista a nuestro pueblo, haciendo una autocrítica tan sincera como esperanzada: ¿Qué hemos hecho de aquel espíritu que impulsó a tantos vascos a la magnanimidad y al heroísmo, movidos por la fe, la esperanza y la caridad? ¿Qué hemos hecho del legado de San Ignacio de Loyola, nuestro gran Patrono, que ha sido fermento para regenerar la faz del mundo? ¿No tendremos que reconocer tal vez, que nuestra identidad e idiosincrasia han quedado heridas y debilitadas, en la misma medida en que nos hemos secularizado, y precisamente en el momento en que el materialismo, la frivolidad y las idolatrías políticas han pasado a ocupar el espacio que antes llenaban los grandes ideales del Evangelio?»
No puede haber un progreso sin raíces y objetivos
Mons Munilla ha asegurado que «el problema estriba en que hemos olvidado que el progreso sin raíces es ficticio. Como decía Chesterton: “El problema del progreso consiste en que no significa nada. No podemos progresar sin haber establecido los objetivos. El progreso no puede ser un objetivo en sí mismo. Es sencillamente un comparativo del que es necesario determinar el superlativo”. Y continúa con su reflexión: “Nadie puede ser progresista sin ser doctrinal… Porque el progreso, por su propio nombre, indica una dirección”».«Y he aquí la gran pregunta», ha añadido Mons. Munilla: «¿Cuál es la dirección? ¿Hacia dónde vamos?». «El auténtico progreso –ha respondido– solo puede estar enraizado en la Tradición. Chesterton remata con la siguiente afirmación: “Cuanto más crece un árbol, cuantas más ramas le salen, más se aferra a sus raíces”».
«En el fondo», ha afirmado el obispo de San Sebastián, «es la misma pregunta que Ignacio de Loyola dirigió, cinco siglos atrás, a Francisco Javier: “¿De qué te sirve ganar el mundo entero, si pierdes tu vida?”».
«Ciertamente», ha asegurado, «este mundo está experimentando cambios vertiginosos; pero LA PREGUNTA – con mayúscula– es la misma de siempre; y la respuesta, al igual que Ignacio, Francisco Javier y José de Anchieta, también la encontramos en el Evangelio. La respuesta tiene un nombre propio: ¡JESUCRISTO!»