A pesar del tiempo transcurrido, la recordaba y también a pesar del tiempo, los que fuimos sus alumnos, siempre le llamábamos, “señorita”, aunque era ya una señora casada y los alumnos/as personas adultas.
Siendo muy joven llegó a Juan Gómez, recién egresada de la Escuela Normal “Luis Núñez Molina”, de Licey al Medio, cuando estudiar en esa escuela, parecía ser la pretensión más preciada para asegurar un futuro entre la juventud de ambos sexos, ya que les aseguraba un puesto de trabajo como maestros graduados.
Ella sería luego mi primera maestra, siempre le tuve un afecto muy especial, su dedicación y honestidad le ganaron el aprecio de padres y alumnos, era una gran maestra con apego y respeto a la vocación.
Con mis hermanas Ylsa y Norma empezábamos a hacer “pininos” en la escuela, aunque Norma como más chica quedó en otra aula en otro nivel.
Eran espectaculares las correrías que nos tomábamos junto a la “Señorita”, nos guiaba a sitios especiales para darnos clases prácticas sobre diferentes materias.
Nunca olvidaré mi miedo y el todos los compañeros, ¿cruzando aquellos tubos, o eran tablones? para atravesar el canal, temblábamos todos mientras ella iba al frente, tutelándonos con valor.
Igualmente inolvidable fue la excursión al cerro a una “mina” de yeso para explicarnos una serie de procesos con ese material.
La recuerdo con su cabellera larga, tenía unas lindas manos de largas uñas sin pintar, fijaba mis ojos en sus manos y me decía que cuando fuera “grande” tendría las uñas así, era dueña de una hermosa letra.
En la celebración de las flores de mayo, ella era una jefa de grupo en las nochecitas camino a la iglesia, nos enseñó el himno a la “Blanca Paloma”: “Es María la blanca paloma, que ha venido a América…”
Llevó la “modernidad” a la escuela, nos enseñaba unos cánticos maravillosos, muchos de los cuales luego yo les cantaría a mis hijas, tal fue mi apego a ellos que aún tarareo alguno como aquel inolvidable “Estaba el señor don gato, sentadito en su tejado… O este de Blanca Nieves: Blanca Nieves bella, parece una rosa…
Primera maestra de mis hermanas y también mía, lectora incansable, en el recreo, en sus ratos de descanso, se le veía con un libro en las manos, creó la primera biblioteca de nuestra escuela, en un rincón al lado de su escritorio, ella misma hizo una pequeña estantería que fue llenando de libros y revistas.
Nos inculcaba amor por la lectura, el primer libro que leí, lo obtuve de sus manos, “Simiente en el camino” de la autoría de Aurora Tavárez Belliard.
Cuanta nostalgia ha despertado en mí la noticia de la muerte de Juana de Dios González, (Diosita), me enteré de su reciente fallecimiento hace unos días y empezaron de inmediato a sacudirme los recuerdos.
Que angustia ocasiona el distanciamiento de tanta gente querida a la que dejamos de ver, cuyo nombre continúa atado al recuerdo.
Cuantas cosas quedan por decir, cuantas anécdotas por compartir vamos tirando a la papelera de la melancolía, hasta que de tanto acumular revienta.
Creo recordar que le gustaban las rosas, quisiera dejar en estas letras un recuerdo con aroma de rosas, ojalá pudiera ser tan fuerte, que llegara hasta el espíritu de la señorita.