Félix Mota fue educador, político, militar, el más atrevido opositor de Pedro
Santana y uno de los que con mayor vehemencia combatió la anexión a España. Su
intrépida actitud le costó la vida y fue fusilado junto a Sánchez y otros
compañeros el día 4 de julio del año 1861.
Pero sus facetas más destacadas han sido las del escritor y poeta por lo que
es más fácil encontrarlo en antologías y en las historias de la literatura. De
hecho, la calle que lleva su nombre le fue asignada tomando en cuenta esas
condiciones. Joaquín Balaguer, quien propuso el homenaje, apenas dedica unas
líneas al desafortunado final del patriota que luchó con armas, canto, palabras,
pluma, en las guerras por la Independencia y la Restauración.
Es Emilio Rodríguez Demorizi, en “Santana y los poetas de su tiempo”, uno
de los que consagra más texto a este soldado que contribuyó con su poesía al
desarrollo de la conciencia dominicana y al “mejoramiento del orden social
estacionario bajo el caudillaje”.
Junto a Félix María Del Monte, Nicolás Ureña de Mendoza y José María
González, dice el historiador, Félix Mota representa “una generación nueva… Son
jóvenes inteligentes, liberales, de corazones sensibles, tocados por la gracia
de la poesía que no pueden permanecer silenciosos y al margen de la apasionante
lucha civil”.
Para desdicha de Santana, añade, “los poetas no permanecen impasibles en los
ocios y soledades del ostracismo: esgrimen implacables la más poderosa de las
armas de que pueden servirse a sus anchas contra él, la poesía, plena de
dicterios o de ásperas admoniciones”.
Ya Félix Mota había conocido el poder de sus versos en los días de la
ocupación haitiana cuando el pueblo salió por las calles entonando las estrofas
de sus “Canción Patriótica”: “Valientes ciudadanos / las armas empuñad/ y
vuestro grito sea/ o muerte o libertad”, era el coro. La extensa producción
concluía: “Caigan todos al impulso del acero vengador. / Todos mueran! Ni uno
quede/ del ejército opresor/ Que no somos hoy probemos /patrimonio de un Señor
/rechazando a los haitianos / y a su necio Emperador”.
Con Santana fue lacerante no solo en poesía. Vicepresidente
de una Asamblea popular en la que se levantaron cargos contra el “hombre injusto
que juzgándose en Señor Feudal dispone a su antojo de las vidas y haciendas de
los ciudadanos y en nombre de la Libertad tiraniza a mansalva y trata a los
hombres como siervos envilecidos”, fue su firma la primera en la solicitud al
Senado pidiendo la revocación de una resolución por la cual se le concedió a
Santana el usufructo de la isla Saona por el término de 50 años.
Pero su verso más penetrante y despectivo contra Santana es el que tenía
como título “el ofensivo anagrama” “La sangre de pantera, formado con las
palabras General Pedro Santana”, anota Rodríguez Demorizi. Al respecto comenta:
“En la poesía, como siempre, la diatriba es más hiriente” y lo describe como “un
epitafio en verso”. En este bautiza al llamado “Marqués de las Carreras” como
“El Chacal del Guabatico”. “Este pueblo, desgraciado / y silencioso gemía / y su
llanto complacía / del Guabatico al Chacal…”.
Le llama monstruo execrable de instintos sanguinarios, critica su círculo de
sicarios y al pie “hay una nota que añade a los versos otra gota de veneno”.
Mota utilizaba como medios de publicación los principales periódicos, entre
ellos “El Progreso” y “El Eco del Pueblo”.
El escritor. Del poeta escribieron, además, Abigail Mejía,
Néstor Contín Aybar, José Castellanos Vargas y en la antología publicada en 1944
como parte de la “Colección Trujillo”. “El malogrado vate clasicista prefería el
verso libre en estrofas sáfico-adónicas como las de La Virgen del Ozama”, apunta
Mejía refiriéndose a uno de los poemas más celebrados de Félix Mota. La autora
abunda en la vida de la viuda de Mota, que era ciega e igualmente poetisa.
Nacida en La Habana, de padres dominicanos, “cayó en un asilo de niños llamado
“Cuna de Valdés” por lo que lleva ese apellido que se daba a los amparados”.
La adoptó Dolores de Castro, madre de Félix María Del Monte y allí la
conoció Mota. Perdió la vista antes del fusilamiento de su esposo “y sus
desgracias se transparentaban en sus tristes, elegíacas poesías, cual “Adiós a
mi Patria” (romance) o la octavilla “En la muerte de mi esposo”, escribió
Abigail Mejía en 1939, en el breve trabajo en que compara los versos de Mota con
los de Villegas, parecer que luego repite Balaguer.
“Félix Mota fue el primer dominicano que intentó aclimatar en la poesía de
lengua española los ritmos de la métrica clásica. Sus estrofas sáficas tienen a
veces tanta gracia como las de su modelo, el poeta español Esteban de Villegas”,
consigna Balaguer.
Agrega que si no le pertenece la gloria de la invención “porque hay en su
obra huellas innegables del clásico riojano, al menos le cabe la honra no común
de haber intentado sacar la poesía de su país de la postración en que había
caído como consecuencia de la ocupación haitiana y del abatimiento en que sumió
al pensamiento nacional ese episodio ignominioso”.
Néstor Contín Aybar considera: “En Mota se descubre la influencia clásica
porque este poeta, a diferencia de lo que hacen otros de su época, emplea en sus
composiciones el verso sáfico adónico”.
Semblanza. Nació en Santo Domingo el 20 de noviembre de
1822, hijo de Blas Candelario Mota y Gerarda Veloz. Desde edad temprana son sus
composiciones. En 1853 abrió una escuela elemental para remediar la escasez de
establecimientos de primera enseñanza.
El 24 de mayo de 1845 casó con Francisca Cleofe Valdés Fernández de Castro.
No tuvieron hijos. El 20 de octubre de 1854 fue nombrado Fiscal del Consejo de
Guerra de la provincia de Santo Domingo y en 1855 oficial del cuerpo de
artillería.
No hay dibujos, ninguna referencia a su fisonomía. Félix Mota es un gran
olvidado, casi desconocido.
“Fue uno de los primeros en empuñar las armas oponiéndose a la reanexión a
España. Su digna actitud le costó la vida: fue fusilado en San Juan de la
Maguana”.
Otros poemas suyos son: El blasfemo, La vida, A la muerte de la señorita
Dolores Suazo.´
Escrito por: ANGELA PEÑA (a.pena@hoy.com.do)