Juan Bosch fue escritor y autodidacta, y a pesar de solo haber llegado a un segundo grado de bachiller fue autor de cincuenta y dos obras que abarcan temas literarios, políticos, económicos, sociales e históricos. Fue apodado ¨El profesor¨ debido a sus grandes conocimientos y la simplicidad con que explicaba cada uno de ellos.
A parte de Don Juan, la República Dominicana ha parido grandes educadores, como Juan Pablo Duarte, que es estudiado más como político y Padre de la Patria que como educador, pero en sus enseñanzas de patriotismo, ética y moral a través de La Trinitaria y La Filantrópica encontramos los principios que motorizaron el nacimiento de la República.
Eugenio María de Hostos, que aunque no era oriundo de nuestro país dejó un legado en la educación dominicana, la educación tuvo un amplio avance en el gobierno de los azules cuando Hostos se desempeñó como Ministro de Educación, también fue quien inauguró las cátedras de Derecho Constitucional y Derecho Penal en la Universidad Santo Domingo de Guzmán, hoy UASD. La corriente hostosiana fue seguida por Salomé Ureña de Henríquez, fundadora del primer colegio de señoritas en Santo Domingo, el cual buscaba fomentar la educación femenina en el país.
Pero, ¿Qué podríamos decir de Ercilia Pepín? ¡Gran maestra santiaguera! Gracias a ella la educación a principios del siglo XX tuvo una gran evolución, incursionando el respeto a los himnos patrios en la escuela, el uso de uniforme e introduciendo en el curriculum materias como el arte y la educación física
Existen otros grandes personajes que por cuestión de espacio solo podríamos mencionar como Salvador Cucurrullo, Núñez Molina, Manuel Arturo Peña Batlle, Federico Henríquez y Carvajal, Jacobo Moquete, entre otros. Sin embargo, hoy, en las actuales aulas nacionales existen magnos pedagogos, maestros que con sus ideas inspiran, hombres que disfrutan lo que hacen y trabajan para construir una verdadera conciencia ciudadana en sus estudiantes, pensando en un mejor porvenir para la nación.
Creen en su trabajo, aportan, iluminan y se esfuerzan para crear y no para marchitar las ilusiones de sus alumnos. Ellos también son colosos de la educación contemporánea, porque han aportado en mí no solo conocimientos, sino también principios y valores que jamás serán borrados y mientras vida tenga seré portavoz de su trabajo, para que su labor nunca muera y sean recordados como pilares de la educación moderna.
Gracias Modesto Montero, gracias Víctor Molina, gracias Rodolfo Tejada, gracias Doña Milagros Fermín, gracias Doña Rosa Collado, gracias Robert Espinal, y muchas gracias Silverio González Camacho por sus significativos aportes a mí educación y a la de muchos dominicanos.
Educador
César Fernández