(Aleteia/InfoCatólica) También se refirió al momento en que Pedro reconoce a Cristo y justo después rechaza el camino de la cruz. Pedro –afirmó el Papa- a menudo «creía ser bueno», en Getsemaní es «fogoso» y «coge una espada» para defender a Jesús, pero después reniega de Él tres veces. Y cuando Jesús le mira fijamente con aquella mirada «tan bella», Pedro llora».
«Jesús en estos encuentros va madurando el alma de Pedro, el corazón de Pedro», lo madura en el amor, prosiguió. Así, cuando oye que Jesús por tres veces le pregunta: «Simón, hijo de Juan, me quieres?», se avergüenza, porque se acuerda de haberlo negado tres veces».
«Pedro se queda mal cuando por tercera vez le pregunta: ‘¿Me quieres?’. Este dolor, esta vergüenza… un hombre grande, este Pedro… pecador, pecador. Pero el Señor le hace sentir, a él y a todos nosotros, que todos somos pecadores», explicó Francisco.
«El problema no es ser pecadores: el problema es no arrepentirse del pecado, no sentir vergüenza de lo que hemos hecho -señaló-. Y Pedro tiene esta vergüenza, esta humildad ¿no? El pecado, el pecado de Pedro, es un hecho que con el corazón grande que tenía Pedro, lo lleva a un encuentro nuevo con Jesús, a la alegría del perdón».
El Papa subrayó que el Señor no abandona su promesa: Le había dicho: «Tú eres piedra», y ahora le dice: «Apacienta a mis ovejas», y «entrega a su rebaño a un pecador». Y añadió: «Pero Pedro era un pecador, pero no un corrupto ¿eh? Pecador, sí, como todos: corrupto, no».
La homilía continuó con una anécdota: «Una vez supe de un sacerdote, un buen párroco que trabajaba bien; fue nombrado obispo, y el sentía vergüenza porque no se sentía digno, tenía un tormento espiritual. Y fue al confesor. El confesor le escuchó y le dijo: ‘Pero no te escandalices. Si con lo que hizo Pedro lo hicieron Papa, ¡tú adelante!’. Es que el Señor es así».
Y aclaró: «El Señor nos hace madurar encontrándonos muchas veces con Él , con nuestras debilidades, cuando le reconocemos, con nuestros pecados…».
Pedro «se ha dejado modelar» por «tantos encuentros con Jesús» y esto –afirmó el Papa- «nos sirve a todos nosotros, porque nosotros estamos en el mismo camino».
«Pedro es un grande» –afirmó- no «porque sea bueno» sino porque «es noble, tenía un corazón noble, y esta nobleza lo lleva al llanto, lo lleva a este dolor, a esta vergüenza y también a asumir su trabajo de apacentar al rebaño».
El Papa concluyó pidiendo «que este ejemplo de la vida de un hombre que se encuentra continuamente con el Señor y el Señor lo purifica, lo hace más maduro con estos encuentros, nos ayude a nosotros a seguir adelante, buscando al Señor y encontrándolo, encontrándonos con Él».
Y añadió: «Pero por esto es importante dejarnos encontrarnos por Él: el Señor siempre nos busca, Él siempre está cerca de nosotros. Pero tantas veces, nosotros miramos a otra parte porque no queremos hablar con el Señor o dejarnos encontrar por Él. Encontrar al Señor, pero más importante dejarnos encontrar por Él: esto es una gracia. Esta es la gracia que nos enseña Pedro. Pidamos hoy esta gracia».
«Jesús en estos encuentros va madurando el alma de Pedro, el corazón de Pedro», lo madura en el amor, prosiguió. Así, cuando oye que Jesús por tres veces le pregunta: «Simón, hijo de Juan, me quieres?», se avergüenza, porque se acuerda de haberlo negado tres veces».
«Pedro se queda mal cuando por tercera vez le pregunta: ‘¿Me quieres?’. Este dolor, esta vergüenza… un hombre grande, este Pedro… pecador, pecador. Pero el Señor le hace sentir, a él y a todos nosotros, que todos somos pecadores», explicó Francisco.
«El problema no es ser pecadores: el problema es no arrepentirse del pecado, no sentir vergüenza de lo que hemos hecho -señaló-. Y Pedro tiene esta vergüenza, esta humildad ¿no? El pecado, el pecado de Pedro, es un hecho que con el corazón grande que tenía Pedro, lo lleva a un encuentro nuevo con Jesús, a la alegría del perdón».
El Papa subrayó que el Señor no abandona su promesa: Le había dicho: «Tú eres piedra», y ahora le dice: «Apacienta a mis ovejas», y «entrega a su rebaño a un pecador». Y añadió: «Pero Pedro era un pecador, pero no un corrupto ¿eh? Pecador, sí, como todos: corrupto, no».
La homilía continuó con una anécdota: «Una vez supe de un sacerdote, un buen párroco que trabajaba bien; fue nombrado obispo, y el sentía vergüenza porque no se sentía digno, tenía un tormento espiritual. Y fue al confesor. El confesor le escuchó y le dijo: ‘Pero no te escandalices. Si con lo que hizo Pedro lo hicieron Papa, ¡tú adelante!’. Es que el Señor es así».
Y aclaró: «El Señor nos hace madurar encontrándonos muchas veces con Él , con nuestras debilidades, cuando le reconocemos, con nuestros pecados…».
Pedro «se ha dejado modelar» por «tantos encuentros con Jesús» y esto –afirmó el Papa- «nos sirve a todos nosotros, porque nosotros estamos en el mismo camino».
«Pedro es un grande» –afirmó- no «porque sea bueno» sino porque «es noble, tenía un corazón noble, y esta nobleza lo lleva al llanto, lo lleva a este dolor, a esta vergüenza y también a asumir su trabajo de apacentar al rebaño».
El Papa concluyó pidiendo «que este ejemplo de la vida de un hombre que se encuentra continuamente con el Señor y el Señor lo purifica, lo hace más maduro con estos encuentros, nos ayude a nosotros a seguir adelante, buscando al Señor y encontrándolo, encontrándonos con Él».
Y añadió: «Pero por esto es importante dejarnos encontrarnos por Él: el Señor siempre nos busca, Él siempre está cerca de nosotros. Pero tantas veces, nosotros miramos a otra parte porque no queremos hablar con el Señor o dejarnos encontrar por Él. Encontrar al Señor, pero más importante dejarnos encontrar por Él: esto es una gracia. Esta es la gracia que nos enseña Pedro. Pidamos hoy esta gracia».