En medio de un mundo en el que proliferan las noticias desastrosas y en el que muchas veces se intenta envenenar las mentes con la siniestra mentira de que todo está perdido; sale a nuestro encuentro la dulce presencia de nuestro Señor, que nunca deja de acompañarnos y siempre nos sorprende con acciones que obedecen a su voluntad y estremecen a nuestras mentes ofuscadas por el pecado y la desesperanza.
En esta ocasión el Señor ha vuelto a poner en nuestros labios las palabras contempladas en el Magnicat en boca de nuestra Madre, la virgen María: “el destruye del trono a los poderosos y enaltece a los humildes (Lc 1, 52)”. Y esto, porque el próximo jueves 25 del presente mes, nuestro Señor tendrá su presencia real, en las sagradas especies eucarísticas, en la capilla del Centro de Corrección y Rehabilitación Rafey Hombres.
El Jueves Santo celebrábamos la institución de la Santísima Eucaristía en la que Cristo, nuestro Señor, nos dejaba su presencia real de su Cuerpo y su sangre bajo la apariencia de pan y vino (Cfr. Misal Romano, Instrucción General, proemio Nº 3). Es al mismísimo Señor a quien adoramos en el Sagrario en nuestras Iglesias; de tal modo que la adoración al Augusto Sacramento del Altar es una prolongación de la celebración eucarística (Catecismo de la Iglesia Católica 1178).
A tenor de lo establecido por el Código Del Derecho Canónico, se observa que la reserva del Augusto Sacramento del Altar: puede reservarse en la capilla del Obispo y, con licencia del Ordinario del lugar, en otras iglesias, oratorios y capillas (cfr. c. 934§1): en los lugares sagrados donde se reserva la santísima Eucaristía debe haber siempre alguien a su cuidado (cfr. c. 934§2); el sagrario en el que se reserva la santísima Eucaristía ha de estar colocado en una parte de la iglesia u oratorio verdaderamente noble, destacada convenientemente adornada, y apropiada para la oración (cfr. c. 938§2); el sagrario en el que se reserva habitualmente la santísima Eucaristía debe ser inamovible, hecho de materia sólida no transparente, y cerrado de manera que se evite al máximo el peligro de profanación (cfr. c. 938§3); ante el sagrario en el que está reservada la santísima Eucaristía ha de lucir constantemente una lámpara especial, con la que se indique y honre la presencia de Cristo (cfr. c. 940).
La comunidad de hermanos internos de este centro penitenciario no sólo han reunido las normas canónicas establecidas, sino que su vivencia de fe, expresión de amor, conversión de vida…y de manera especial su clara y enérgica imploración de la presencia permanente del Señor, han hecho posible que la Iglesia conceda su hermosa petición.
El mismo Señor nos ha dicho que “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18, 20)”y de forma más radical nos ha expresado su amor por los más necesitados, pues “no he venido a llamar a justos, sino a pecadores (Mc 2, 17)”.
Nos alegramos y alabamos a nuestro Dios que no deja nunca de suscitar fieles en los lugares y momentos más urgentes. No todo está perdido; en la oscuridad, Dios sigue mostrando su luz admirable.
La ceremonia de instalación permanente del Augusto Sacramento del Altar será presidida por su Excia. Rvdma. Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio, Arzobispo Metropolitano de Santiago, junto al personal administrativo y directivo, autoridades civiles, militares y eclesiales, y de manera especial al regocijo de todos los internos de este centro.
Por Rvdo
. Ricardo José García Mejía