Tanto el actual Gobierno como el recién pasado, no han logrado zafarse de la horrorosa pesadilla que constituye la inseguridad pública auspiciada por una constelación delincuencial iracunda y desafiante.
Las tres diferentes estrategias desarrolladas por el anterior gobierno no rebasaron el nivel de “pan comido” para los despiadados, envalentonados e inteligentes delincuentes que han puesto al Gobierno y a la Policía a “pedir cacao”. Preocupado, el Gobierno acaba de anunciar un nuevo plan para contraatacar a la delincuencia.
Pero desde mi punto de vista, los diseñadores del nuevo plan cometieron dos pifias; mejor dicho, tres pifias. La primera consiste en ignorar que el delincuente de hoy día está mejor informado que el de 30 años atrás.
Es decir, el antisocial moderno es capaz de usar el llamado conocimiento procedimental de manera más efectiva y segura lo cual le garantiza un porcentaje de éxito de sus acciones bastante elevado. ¿Qué significa conocimiento procedimental? Pues habilidad y capacidad para elaborar, coordinar y ejecutar operaciones de provecho o de tipo criminal. ¡Hoy el 90% de los delitos lo ejecuta una estructura criminal bien organizada!
Hay pequeñas, medianas y alta empresa en el mundo criminal. Las dos primeras venden sus servicios a las grandes empresas del crimen. Siendo así, cualquier plan exitoso contra la delincuencia necesariamente debe ser estructurado partiendo de una nueva visión: la Policía debería recurrir a la procedimentalización de sus métodos de prevención y persecución de los criminales.
Esto quiere decir, que la institución debe implementar procedimientos tanto implícito como explícito, incluso paralelos, para entender la manera de cómo los delincuentes procesan la información para el delito, cómo organizan su plan de ataque y qué metodología usan para ejecutar un golpe. La Policía debe tomar en cuenta que la mente del antisocial solitario es modular como es la de cualquier ciudadano honorable y por eso funciona dividida en partes.
Sin embargo, solo excepcionalmente el criminal actúa aislado; generalmente forma una pandilla, es decir, una “banda” como dice la jerga policial. En este caso los módulos mentales de varios delincuentes se unifican para planificar y ejecutar. Nadie piensa y hace lo que quiere individualmente, sino que hace y ejecuta lo que ordenó la superestructura. Es esa estricta coordinación la que facilita que un grupo malhechor asalte un vehículo transportador de valores cuyo éxito sobrepasa la tasa del 95%.
Es imposible que un grupo criminal asalte un transporte de valores sin que el golpe sea inteligentemente coordinado con personal de adentro de la institución financiera y de la inteligencia policíaco-militar. Es aquí donde se requiere llevar a cabo un proceso investigativo paralelo al que indaga directamente los hechos.
La segunda pifia del nuevo Plan gubernamental es el referente a la 'vigilancia'. ¿Qué entiende la Policía por labor de “vigilancia”? Bueno, para mí, vigilante es una persona con capacidad para atender un espacio abierto por un largo periodo durante el cual se dedica a detectar la aparición de un objetivo de interés. El vigilante no puede omitir ni menospreciar el interés que pueda percibir en el perfil de un objetivo. Si el perfil de alguien representa sospecha, su tarea es presionar el botón de alarma. Ahora bien, la vigilancia por muchas horas fatiga al policía.
De ahí, que quien vigila no debe sobrepasar las seis horas porque a partir de las cuatro horas, la sensibilidad para detectar aquello que se quiere, disminuye. Por eso, al 90% de los agentes dedicados a vigilancia, usted puede verlos distraídos y conversando entre ellos o con transeúntes. El vigilante no puede distraerse porque también los delincuentes tienen personal de vigilancia doble: uno vigila la Policía y otro vigila el objetivo; por eso han sido tan eficientes en sus golpes.
La tercera pifia fue la concerniente a la recompensa que se dará a los policías que participan en el nuevo plan de seguridad. Quedé sorprendido al escuchar al Presidente hablar sobre dicho plan pero sin referirse a la remuneración extra a los policías. Oficiales y rasos que arriesgan su vida física y emocional enfrentando bandidos y criminales no se sentirán motivados a trabajar en la protección ciudadana sin recompensa alguna. Ser policía es un oficio de alto riesgo porque su vida “no vale una guayaba” frente a criminales.
Ellos pagan alquiler de viviendas, mantienen sus familias y pagan servicios, y con los sueldos que tienen hoy, si el Estado no puede proporcionarles mayores ingresos, pues miles de ellos irán a comer del queso que ponen en la ratonera los jefes del crimen. Además, estoy casi convencido que el Seguro de Salud de los policías es semejante al de los médicos: Es el seguro más inseguro porque prácticamente no cubre nada.
¡Nadie debe esperar que un policía sea más honrado y serio que el promedio de la sociedad de la cual forma parte!