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domingo, 7 de abril de 2013

¡Fernández Domínguez va al Panteón!

Es probable que las lectoras y lectores habituales de esta Trinchera recuerden que en tiempos pasados - en dos entregas consecutivas- las dedicamos al coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, aquel pundonoroso oficial que se casó con la gloria (aparte de su eterna compañera, la incansable Doña Arlette) al ponerse del lado de la Constitución y las leyes tras el golpe de Estado contra el profesor Juan Bosch, en septiembre del 63.
   
En esta columna resaltábamos los méritos de este “soldado del pueblo y militar de la libertad” -como lo llamara el propio Bosch- y de paso, nos identificábamos con el pedido para que sus restos fueran a descansar justo en el lugar donde debían de estar desde hace tiempo: En el Panteón de la Patria.
   
Pues bien, la Cámara de Diputados acaba de aprobar -en dos lecturas consecutivas-  el proyecto de ley que autoriza la exhumación y traslado de Fernández Domínguez al Panteón, en una iniciativa de Doña Arlette que recibió el apoyo del diputado por Santiago,Víctor Suárez, del PLD.
   
La pieza, según las informaciones divulgadas en los diferentes medios del país, fue acogida con entusiasmo y a unanimidad por los diputados presentes en la sesión donde se conoció, que fue la semana pasada.
  
La Cámara de Diputados acaba de hacer justicia con Fernández Domínguez quien -como soldado de la Patria-, supo ponerse a las alturas de las circunstancias para exigir respeto a la voluntad popular expresada en las urnas en 1962.
   
Este oficial, cuando todavía era un joven apenas, se puso en movimiento y a lo largo de un par de años, les inyectó el coraje, el valor y la conciencia necesaria a sus camaradas del ejército para demandar, incluso con las armas en las manos, la restitución de Bosch, derrocado violentamente el 25 de septiembre del 63 por grupos de poder económico -y parte de la iglesia de entonces- con el apoyo abierto de los yankis.

Lo que pasó entre el 63 y el 65, excepto los niños de poca edad, creo que todas y todos lo sabemos. Vinieron tiempos convulsos. Manolo Távarez Justo se fue “a las escarpadas montañas de Quisqueya” -San José de las Matas, específicamente- y cayó “de cara al sol” exigiendo respeto para la Constitución violada, mancillada con el golpe de Estado contra Bosch.
   
En medio de crisis en crisis, llegó abril del 65. El Coronel Fernández Domínguez estaba fuera de país, pues había sido deportado tras descubrirse sus pasos para sublevar a los militares contra el poder ilegalmente constituido. Era el artífice principal del movimiento que desembocó en el estallido de la guerra patria de aquel año.

Al iniciarse las hostilidades, regresó a su tierra y de inmediato se puso al frente de la lucha y, en un asalto al Palacio Nacional, el 19 de mayo, cayó como los valientes “de cara al sol”, bajo la metralla asesina de la aviación yanki.
   
Me he familiarizado mucho con Fernández Dominguez, principalmente después que Doña Arlette, su eterna y corajuda viuda -mujer de hierro, como me gusta llamarle- me regalara el libro “Coronel Rafael Fernández Dominguez, Soldado del Pueblo y Militar de la Libertad”.
   
Justo y necesario era que la Cámara de Diputados hiciera justicia con este insigne patriota de nuestros tiempos, cuyo nombre ha quedado grabado con letras de oro en la historia dominicana por su entrega, sacrificio, desprendimiento, lealtad, responsabilidad y su amor profundo y sacrosanto por la Patria.
   
Nuestro reconocimiento para todos los legisladores que levantaron con firmeza sus manos para aprobar este proyecto del diputado santiaguense Víctor Suárez, al cual congratulamos especialmente por encabezar esta digna y decorosa iniciativa.
    
Siempre me acuerdo de algo que leí hace años en la desaparecida revista Ahora, a propósito de un reportaje sobre Fernández Domínguez, donde él aparece en la portada hablando desde un carro patrullero creo, por radio-teléfono, y cuyo texto recreé al encontrarme con el en el libro de Doña Arlette.
   
Se trata de un soldado desconocido que, en la ambulancia donde transportarían el cadáver del coronel a Santiago, le pasó un papelito a la viuda, cuyo mensaje era el siguiente:

“Juro por mi honor que seré como usted quiso que fueran los militares porque usted fue el hombre más grande que ha tenido la RD. Descanse en paz que usted va al cielo y al altar de la Patria”. ¡Y no se equivocó ese visionario y patriota soldado! Gloria eterna comandante. De usted estamos y estaremos por siempre satisfechos y agradecidos.
Seguimos en combate ¡hasta la victoria siempre!