Su Santidad Francisco ha oficiado hoy la Misa de la Solemnidad del Domingo de Ramos. Ante una plaza de San Pedro llena de fieles, el Papa ha predicado una homilía en la que ha exhortado a no dejarse vencer por el desánimo: «No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo». El Santo Padre ha recordado que la alegría de los cristianos «no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús». El Papa ha recordado la doctrina de la expiación de nuestros pecados por medio de la sangre derramada por Cristo en la Cruz.
(InfoCatólica) El Papa ha explicado que la entrada de Jesús en Jeruslén despertó «en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios, se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma». SS Francisco describe la escena como bella «llena de luz, de alegría, de fiesta».
Tras recordar que nuestra alegría viene de encontrarnos con Cristo «de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperable», el Papa ha pedido a los fieles llevr a «todos la alegría de la fe.»
El Papa ha preguntado:«¿Por qué Jesús entra en Jerusalén? O, tal vez mejor, ¿cómo entra Jesús en Jerusalén? La multitud lo aclama como rey. Y él no se opone, no la hace calla». Pero, ha recalcado, «¿qué tipo de rey es Jesús? Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla. Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina».
«Cristo», ha dicho el Papa, «entra para ser azotado, insultado y ultrajado... entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero».
«Y entonces», ha añadido, « he aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz».
«Jesús», ha predicado el Santo Padre «toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios».
«Miremos a nuestro alrededor», ha propuesto el Papa: «¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, de poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra la vida humana y contra la creación».
«Y», ha advertido, «nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo ya toda la creación. Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección».
«Queridos amigos», ha predicado el Obispo de Roma, «con Cristo, con el Bien, todos podemos vencer el mal que hay en nosotros y en el mundo».
«¿Nos sentimos débiles, inadecuados, incapaces? Pero Dios no busca medios potentes: es con la cruz con laque ha vencido el mal», ha afirmado el papa Francisco, que ha pedido a los fieles no «creer al Maligno, que nos dice: No puedes hacer nada contra la violencia, la corrupción, la injusticia, contra tus pecados. Jamás hemos de acostumbrar nos al mal».
«Con Cristo», ha proclamado el Santo Padre « podemos transformarnos a nosotros mismos y al mundo. Debemos llevar la victoria de la cruz de Cristo a todos y por doquier; llevar este amor grande de Dios».
«Y esto requiere de todos nosotros», ha añadido «que no tengamos miedo de salir de nosotros mismos, de ir hacia los demás».
El Papa ha pedido a los fieles que aprendan «a mirar hacia lo alto, hacia Dios, pero también hacia abajo, hacia los demás, hacia los últimos».
El Papa Francisco ha rogado a los fieles que no tengan «miedo del sacrificio. Pensad en una mamá o un papá:¡cuántos sacrificios! Pero, ¿por qué lo hacen? Por amor. Y ¿cómo los afrontan? Con alegría, porque son por las personas que aman. La cruz de Cristo, abrazada con amor, no conduce a la tristeza, sino a la alegría».