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viernes, 1 de marzo de 2013
Cardenal Bertone: «El nuevo Papa debe llevar con mano firme el timón de la Iglesia»
El cardenal Tarcisio Bertone, Camarlengo de la Iglesia católica, ha concedido a La Razón su primera entrevista por escrito después de hacerse efectiva la renuncia del Papa. Dice que en los siete años que ha sido secretario de Estado de la Santa Sede ha vivido momentos «muy alegres» y otros «más tristes», en los que ha sentido «que el mal en el mundo es muy real y nos acecha a todos los hijos de Eva».
(Darío Menor/La Razón) Sobre el sucesor de Benedicto XVI opina que deberá reunir dos elementos «imprescindibles». El primero es que se trate de «un hombre espiritual, para que sea un instrumento dócil en las manos de Dios, como vicario de Cristo en la Tierra». El segundo, que tenga «el vigor y el empuje» que el ya obispo emérito de Roma ha dicho que son necesarios «para llevar con mano firme el timón de la Iglesia». Podrá así hacer frente a los desafíos que la Iglesia tiene frente a ella, entre los que el secretario de Estado cita la necesidad de que todos los católicos «descubran la riqueza» de la fe y las «implicaciones concretas que el mensaje cristiano» tiene en todos los aspectos de la vida.
Otro reto será lograr que «todas las instituciones de la Iglesia sean capaces de comunicar el mensaje cristiano» y que ofrezcan un «motivo de esperanza» para todas las personas. El último desafío es conseguir que el mundo sea «un lugar más humano» y «más acogedor para todos», especialmente para los desfavorecidos.
Asegura el cardenal Bertone que está viviendo la renuncia del Santo Padre como cualquier otro católico, «con una mezcla de pesar, por el cariño que todos le tenemos, y de gran confianza en que su decisión es lo mejor para la Iglesia». Benedicto XVI, dice, «se queda con nosotros», «no abandona la Iglesia» ni se «baja de la cruz».
–¿Cómo será recordado Benedicto XVI, como el Papa de la renuncia o por su magisterio?
Hay tantos motivos para recordar a Benedicto XVI: sus encíclicas, sus libros sobre Jesús de Nazaret, su magisterio, sus viajes (quiero recordar especialmente los tres que hizo a España: son ustedes unos privilegiados), su atención a temas cruciales en la vida de la Iglesia, como son la liturgia, la unidad de los cristianos, su capacidad de diálogo con otras religiones. Son también memorables la claridad y la decisión de las intervenciones contra la pedofilia y, en fin, su relación especial con los sacerdotes y seminaristas... Y también será recordado por su renuncia, que ha mostrado al mundo el abandono sirviendo siempre a Dios de un Papa que a lo largo de toda su vida –y no sólo como Pontífice – ha pretendido ser un siervo más en la viña del Señor. Nos ha dejado muchas razones para recordarle con muchísimo afecto, como han dicho los numerosos jóvenes entrevistados en los últimos días por la Prensa.
–¿Cómo debería ser el perfil del nuevo obispo de Roma? ¿Cuáles deben ser los aspectos más importantes de su carácter, de su formación, de su experiencia y de su religiosidad?
La próxima semana todos los cardenales nos reuniremos antes del cónclave para estudiar precisamente eso: qué perfil de Romano Pontífice es el que Dios quiere para la actual situación del mundo y de la Iglesia. Hay elementos que son indispensables: que sea un hombre espiritual, para que sea un instrumento dócil en las manos de Dios, como vicario de Cristo en la Tierra; y que tenga el vigor y el empuje del que ha hablado Benedicto XVI, para llevar con mano firme el timón de la Iglesia.
–¿Qué retos más importantes deberá afrontar en el gobierno de la Iglesia?
Los desafíos más importantes que se presentarán ante el nuevo Papa son constantes en la vida de la Iglesia: en primer lugar, que todos los fieles, pastores y laicos, en sintonía con las enseñanzas del Concilio Vaticano II, descubramos la riqueza de nuestra fe y las implicaciones concretas que el mensaje cristiano ha de tener en nuestra vida personal, familiar, social, profesional... Otro reto es que todas las instituciones de la Iglesia sean capaces de comunicar el mensaje cristiano y de ofrecer un motivo de esperanza para todas las personas a las que sirven. Y, por último, que este mundo nuestro sea un lugar más humano, más pacífico, más acogedor con todos, especialmente con los pobres y con los últimos.
–¿Qué ha aprendido en los momentos difíciles como secretario de Estado? ¿Ha tenido alguna crisis de fe durante su vida sacerdotal?
Como secretario de Estado he vivido momentos extraordinarios. Algunos han sido muy alegres, sobre todo cuando uno ve la acción de Dios en las personas, y que el Señor no se cansa de los defectos de los hombres, y sigue ofreciéndonos su ayuda para ser felices. Otros en cambio son más tristes, porque he notado que el mal en el mundo es muy real, y nos acecha a todos los hijos de Eva. Pero he de agradecer a Dios que siempre me ha manifestado cómo la Gracia abunda, y que el pecado nunca es la última palabra, porque la Iglesia es de Dios, y Dios jamás la abandona, como nos ha recordado el Papa Benedicto XVI. He de añadir, además, que mi vocación y formación como hijo de Don Bosco me hace anteponer la alegría y la esperanza en la experiencia cristiana.
–Después de tantos años junto al Santo Padre, antes y después de su elección como Papa, ¿qué admira más de su personalidad? ¿Cómo ha vivido, Eminencia, la renuncia?
De Benedicto XVI admiro su inteligencia preclara, su piedad, su rectitud de conciencia, su firmeza en las decisiones y a la vez su delicadeza en el trato, como he podido experimentar cotidianamente durante estos años... ¡Tantas cosas! He vivido la renuncia como toda la Iglesia: con una mezcla de pesar, por el cariño que todos le tenemos, y de gran confianza en que su decisión es lo mejor para la Iglesia. Sus palabras del pasado domingo, hablando de que el Señor le llama a la montaña, me han dejado muy conmovido. El Santo Padre se queda con nosotros. Él no abandona la Iglesia, no baja de la cruz, porque su adhesión a la voluntad de Dios es «para siempre». Benedicto XVI ama a la Iglesia, y sigue acompañándola en su camino.