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sábado, 9 de febrero de 2013

Venció miedo y se liberó de la violencia

El matrimonio que soñó no duró para siempre. El hombre que creyó conocer desde su adolescencia no era quien creía. La violencia envolvió su vida.

“Vivía en un sueño hasta que desperté”, dijo Virginia Durán, una de las tantas mujeres que llega al Centro de Atención de Sobrevivientes de Violencia en busca de ayuda para protegerse de los maltratos que sufren de sus esposos.

Esta dama se siente hoy libre y sana de todo el sufrimiento que padeció con su ex esposo, un adicto a la cocaína con quien vivió 23 años de matrimonio, y nunca se enteró de esto.

Aunque la violencia física está entre las más comunes, al momento de hacer una denuncia, Virginia sufrió maltrato psicológico y económico.

¿Maltrato económico? Sí, así lo aseguró. “No me agredió físicamente; solo psicológica y económicamente, porque él gastaba todo el dinero en el vicio y yo tenía que hacerme cargo de los gastos”, agrega.

Virginia dijo que su ex esposo, Ramón Sharba, cada vez que llegaba sin dinero a la casa decía que lo habían atracado o que se había perdido el dinero, todo para poder consumir la droga que rompió su matrimonio.

“Él era muy hábil para ocultar sus cosas, hasta que no pudimos más; la situación se fue poniendo insoportable”, dijo, en un recuerdo amargo de su situación.

Sharba le confesó que consumía cocaína y ella cuenta que luchó e hizo lo posible para que él se rehabilitara, por sus hijos y por los años de matrimonio.

Dijo que su ex marido, al ver su determinación de pedirle el divorcio y tener más de un año sin convivir como pareja, aún viviendo bajo el mismo techo, fue a la iglesia Las Mercedes y buscó al párroco para que mediara entre ellos, alegando que ella lo dejaba porque el consumía alcohol.

Narró que él insistió en que fuera a ver al padre y que al explicarle la situación el sacerdote hizo una carta para enviarlo a un centro de rehabilitación en San Cristóbal, pero este nunca se presentó.

“Yo me comprometí y le di mi apoyo. Él tenía que estar a las ocho de la mañana en el lugar y nunca se presentó”, expresó. En ese momento sintió rabia, impotencia y dolor.

Recogió todas sus ropas y él tomó una percha y se la aventó. Al ver su reacción, fue a la fiscalía, puso la denuncia y luego la refirieron al centro.

Una familia infeliz
Llegó cabizbaja, llena de dolor y angustiada. Su mayor preocupación fue siempre sus tres hijos, de entre los cuales, el varón, de 26 años, se fue a vivir con su padre y posee el mismo carácter y patrón de conducta.

“Yo lo traje al centro y la psicóloga me dijo que él es alcohólico seco, es decir, personas con la misma personalidad de una alcohólica, pero sin tomar alcohol.

Como si fuera farmacodependiente pero sin tomarlo”, dijo, asegurando que le causa dolor ver a su hijo con una conducta parecida a la del padre.

Aunque asegura que Sharba no fue un mal padre, está consciente de que sus hijos sufrieron y pasaron muchas dificultades y escaseces.

“El que nos veía pensaba que éramos una fami- lia feliz. Eso no se ve en la cara; él supo esconder su vicio”, declaró, mientras hacía esfuerzos por contener las lágrimas.

Dijo que él era muy cariñoso con sus hijos y que al pensar en el divorcio su familia le decía que tuviera cuidado porque la separación podría afectar a sus vástagos.

Esto ocurrió en el año 2008. Su ex esposo tenía una orden de alejamiento, pero este insistía en ella salir de la vivienda y, por falta de recursos, no sabía a dónde ir.

“Una carga para una madre sola es duro”, expresó.

Dijo que sentía que era parte de él, porque había compartido toda una vida a su lado, pero había momentos cuando sentía mucho miedo y dormía con un tubo debajo de su almohada, porque él no se quería ir.

“Primero lo saqué de mi cama, mojaba la cama para que él no se acostara cuando llegaba borracho. Eran momentos duros”, recordó.

El miedo que sintió no la dejaba dormir ni andar por las calles o estar dentro de su lugar de trabajo en paz, pues su ex pareja durante 23 años la acosaba y turbaba diciéndole que no se iría de su vida y le haría escándalos donde quiera la encontrara.

El rechazo
Comentó con tristeza que luego de ver la realidad, comenzó a sentir el rechazo de los demás y de aquellos que creyó eran sus amigos.

Sus vecinos ya no le hablaban y sus amigos no la frecuentaban como antes.

Dijo que de sus tres hermanos solo uno le brindó ayuda cuando la buscó con desesperación.

Contó que emprenderían un negocio juntos, un plan que no pudo materializarse.

Luchó por contener sus lágrimas al recordar el dolor, la soledad y al hombre que conoció a sus 16 años y con quien tuvo tres hijos.

Dijo que sus hijos, al comentarles del divorcio, le expresaron que mucho tiempo había aguantado y que estaban de acuerdo con que se divorciara.

“Muchos padres creen que sus hijos no se dan cuenta de las cosas, pero a veces saben hasta más que tú”, dijo.

Dejó atrás la mochila
“Llegué aquí con mucho dolor (refiriéndose al Centro de Atención a Sobrevivientes de Violencia, de la Fiscalía del Distrito Nacional), pero ya estoy sana, no soy la que llegó cabizbaja y triste. Me siento liberada”.

Dijo que “la mochila” la dejó atrás y que está enfocada en sus hijas, de 18 y 19 años de edad, estudiantes de economía y lenguas modernas.

Considera que no tiene un plan de vida, porque como madre siempre tiene en prioridad dedicar su tiempo a la familia.

“Eso es otra cosa (dice entre risas); aquí nos ayudan a tener un plan de vida, nos olvidamos de vivir”.

Dice que piensa en recurrir a su antigua pasión por la cocina y vender bizcochos y dulces, un negocio que realizaba hace varios años y del cual le iba bien.

No esclava de violencia
Virginia continúa visitando el centro donde se siente en familia y se le ayuda a crecer y superarse. Advierte que su libertad no está en negocio y que no está dispuesta a sentirse esclava de la violencia.

Recomendó a las mujeres que han sido víctimas de la violencia, igual que ella, a pensar en que solas no se puede salir de ese círculo de dolor.

“Sola no se sale de esto; todavía estaría yo envuelta en ese mundo, hay que buscar ayuda. Muchas familias, sin darse cuenta, están sufriendo de violencia”, expresó.

NO PUEDES SIN AYUDA:
Virginia no creció junto a su padre, pero éste ha sido quien le ha brindado ayuda desde que se divorció de su ex esposo.

Ante una situación económica desesperante y no tener hacia donde ir, porque en la casa que vivía era rentada, su padre Daniel Durán le compró un apartamento donde vive hoy con sus hijas.

Dice que está consciente de que su progenitor se siente responsable y culpable por su ausencia, pero que sin su ayuda no sabe cuál habría sido su suerte. Dijo que mientras sus hermanos y amigos se alejaban, ella se refugió en Dios, quien le dio la fuerza necesaria para seguir hacia adelante. Su madre murió hace varios años.

Lamenta que muchas mujeres, en situaciones similares a la suya, no cuenten con una respuesta rápida. Asegura que más que un problema, es similar a una enfermedad que necesita de intervención eficaz y definitiva de las autoridades.

Muchas mujeres no saben reconocer cuando están siendo víctimas de violencia, situación que puede convertirse en un riesgo para toda la familia.

Otro agravante es que no saben dónde denunciar si están siendo víctimas de violencia o dónde acudir a recibir apoyo emocional y psicológico.

La violencia física, psicológica y económica causan daños de identidad y emocional a quienes la sufren.

Para comunicarse al Centro de Atención a Sobrevivientes de Violencia, de la Fiscalía del Distrito Nacional, se debe llamar al 809-221-7779 Otra institución donde pueden comunicarse es la Unidad de Prevención y Persecución de la Violencia de Género, Intrafamiliar y Sexual, al 809- 200-1202.

Katheryn Luna
katheryn.luna@listindiario.com

Santo Domingo