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sábado, 9 de febrero de 2013

Lo de Raudy Torres decepciona

El invierno ya no nos sorprende ni sus escarchas laceran nuestra piel porque la brisa fría nos invita a resguardarnos de la borrasca; sin embargo, cuán difícil es predecir con exactitud lo sorprendente y cruel que es el aguijón de una desilusión. Cuando nos encontramos frente a una gran decepción colectiva hay que recurrir necesariamente a una frase del ex embajador argentino en Venezuela Carlos Domínguez, a manera de entender el comportamiento de los seres humanos: "La desilusión no es más que una bofetada que te da la vida para que regreses a la realidad y aprendas de ésta”.
¿Aprendemos de los actos o cachetadas humanas? ¡No! Cuando la popularidad nos llena de envanecimiento y el engreimiento propio se pone al servicio de la insignificancia la vanagloria deja de ser nuestra para convertirse en arrogancia de quienes se aprovechan de nuestra simplicidad y luego de que se sirven el buffet de nuestra esplendidez ignoran nuestro talento cuando la fatalidad en forma de padecimiento se introduce secretamente por algún resquicio orgánico de nuestras vísceras.
En ese ciclo de nuestra socialización aparentemente imprescindible, imprescindible para las demás criaturas que utilizan nuestro intelecto formativo, ya sea a través de la notoriedad de un personaje como “robalagallina” o como intérprete del folklore nos volvemos populares y esa popularidad es aprovechada por las grandes firmas para hacer lucrativos negocios a costas de personas como Raudy Torres, talentoso y voluntarioso como debe ser el humano. Beethoven, hablando sobre el talento, reflexiona diciendo que “El genio se compone del dos por ciento del talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación”.
Basado en esa consideración del pianista y compositor alemán y de la figura que proyecta en Raudy el canal 29 “Teleuniverso, una imagen sin fronteras”, en horario del mediodía, hay que admitir que el personaje de robalagallina se ha convertido en un distintivo o emblema insuperable de nuestro carnaval. Sin esta celebridad el regocijo carnavalesco pierde su deleite y su fragancia popular se esfumaría de esa festividad.
El endocrinólogo y escritor español Gregorio Marañon llegó a decir que “Lo mejor del mundo lo han hecho siempre los dilectantates, los que hacen las cosas—como Raudy—por deleite, por amor y no por obligación o rutina”.
Empero, el príncipe reinante del carnaval de Santiago de los Caballeros, el chef admirable Raudy Torres, pasa hoy día por uno de sus trances más desgarradores y pesarosos causados por sus trastornos o achaques de salud. ¡Quién hubiese pensado ni remotamente que la majestad de nuestro carnaval se afligiría, como lo ha de estar, por la actitud inconmovible de no pocos empresarios de la región, quienes eluden cooperar económicamente con su óbolo para que este hombre célebre y por lo demás encantador de nuestra sociedad, pueda pagar el precio de su curación! El enciclopedista y filósofo francés Denis Diderot dijo que “La indiferencia hace sabios y la insensibilidad monstruos”.
¿Podemos calificar a los empresarios de Santiago de monstruos? Me resisto a creerlo. Los santiagueses, ricos y pobres, son por excelencia personas desprendidas y creyentes en Dios, condiciones que los acercan a la generosidad abundante. Hay ejemplos de lo que aquí manifiesto. Raudy, por su parte, ha sido un hombre que ha desplegado desprendimiento cuando la necesidad del hermano ha tocado la puerta de su corazón y la escasez de sus bolsillos. Fijémonos bien en la palabra del señor y hagámosla nuestra: “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano padecer necesidad y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”.
No tengo amistad cercana ni lejana con Raudy Torres, sólo miro desde esta latitud su apremiante necesidad y, sobre todo, su insuficiencia de salud y su fragilidad; más que esto aprecio como ser humano y como compueblano suyo su grandioso corazón, como si viera el misterio de Cristo, a la totalidad de su ser, a su persona considerada en su núcleo intimo y esencial. Observemos en la palabra de Shakespeare como se desplaza el alimento esencial que nutre la solidaridad: “Hemos venido a este mundo como hermanos; caminemos, pues, dándonos la mano y uno delante de otro”.
Este trabajo imploratorio se sustenta en una frase de Jesús en 1 Corintios 13, 4-7: “La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta”. Recuerden finalmente esta frase de San Agustín: “Donde no hay caridad no puede haber justicia”.
¡Vamos, anímense santiagueses, el rey del carnaval, el mejor “robalagallina” espera pacientemente por su ayuda! No hagas lo que otros suelen hacer por insensibles. No digas a tu prójimo: “Ve y vuelve y mañana te lo daré”, cuando lo tienes contigo. En este preciso instante Raudy, el chef de la televisión dominicana, el abogado, o el rey del carnaval de Santiago ansía sanación y tú que la tienes contigo y puedes donar entreabre tu corazón bondadoso y bueno. Es de la única forma que tú y los tuyos podrán seguir disfrutando con alegría este personaje risueño, entrañable, indulgente y divertido que Dios le ha regalado a Santiago de los Caballeros y al país.
 
Por RAFAEL A. ESCOTTO