Había una vez un Rey que mandó a construir una gran carretera para toda
la gente de su Reino. Una vez completada pero antes de que fuera
abierta al público, el Rey decidió hacer un concurso, invitando a todos
los que quisieran participar. El ganador sería el que transitara por la
carretera de la mejor forma posible, recibiendo como premio una caja de
oro.
El día del concurso todo el mundo dijo presente. Algunos
llegaron en magníficos carruajes, elegantemente vestidos y trayendo
deliciosos manjares, para hacer del viaje una jornada lujosa. Otros se
pusieron sus zapatos más fuertes para ir corriendo a todo lo largo de la
carretera y demostrar su destreza. Y así durante todo el día viajaron
unos y otros y al llegar a la meta, todos se quejaron ante el Rey de la
gran pila de piedras y escombros que había sido dejada en el camino,
prácticamente obstruyendo el tránsito en un determinado punto del
trayecto, con las consecuentes molestias e inconvenientes para los
viajeros.
Justo cuando empezaba a caer la noche, un solitario
viajero cruzó la meta final casi sin aliento. Sucio y todo sudado, pero
con gran respeto, se acercó hasta donde estaba el Rey y le entregó una
caja de oro.
--Majestad, me detuve en el camino para retirar
una pila de rocas y desperdicios que estaba obstruyendo la carretera.
Esta caja de oro estaba debajo de todo aquello. Le ruego devolverla a su
legítimo propietario.
El Rey le respondió: --Tú eres su legítimo propietario.
--Oh no-contestó el viajero. Esto no es mío. Nunca he sido dueño de tanta riqueza.
--Oh
sí-dijo el Rey. Te has hecho merecedor de este tesoro ya que ganaste mi
concurso. Aquel que mejor transita la carretera es el que la hace más
placentera para todos los que le siguen.
Y yo te pregunto:
¿Con cuál de estos personajes te identificas más directamente? ¿Con los
que recorrieron el camino en lujosos carruajes o con fuertes botas, o
con el que fue quitando los obstáculos del camino, para que sus hermanos
tuvieran mejor tránsito?
Afirma el Padre Mariano de Blas
que nunca es tarde para empezar de nuevo. Es tarde cuando pasan los
días, y nada se hace. El mundo está lleno de gente que trabajará mañana,
que mañana se compondrá, que retornará a Dios mañana, que mañana… Pero
no hoy.
La vida es desarrollo, crecimiento, la vida se
alimenta de esperanza, de metas que se persiguen, de insatisfacción con
lo alcanzado y de lucha por mejorar las marcas.
Si sientes deseos de superarte como ser humano, como profesional, como cristiano, estás vivo.
Nunca
es tarde para empezar de nuevo. Es tarde cuando pasan los días, y nada
se hace. Si quieres que el mundo te recuerde y esté agradecido
contigo, debes luchar y trabajar por mejorarlo.
Empieza ya, quitando del camino las piedras y los escombros que entorpecen tu propia libertad como hijo de Dios, que lo eres.
uan Rafael -Johnny- Pacheco.
Bendiciones y paz.