Ahora que se aproxima el tiempo de Cuaresma, con la liturgia del miércoles de Ceniza, el Santo Padre Benedicto XVI, nos invita a vivir y testimoniar la fe en la celebración de la cuaresma, en el contexto del Año de la Fe. Para este año 2013, el papa nos pide meditar sobre la relación entre Fe y Caridad.
Mientras algunos se ufanan con decir que su fe, es fuerte como muralla de bronce, pues dicen creer profundamente en Dios, y argumentan que no salen de la casa sin antes encomendarse al Dios de la Vida y de la Esperanza, este postulado, en principio es válido; otros, sin embargo, se abanderan como los auténticos discípulos de la caridad, en el sentido que han reducido las obras concretas de la caridad a un humanismo genérico, pensando incluso que las obras puedan sustituir la fe.
El Romano Pontífice ha dicho que no se puede separar fe y caridad, pues ambas van de la mano; estas dos virtudes teologales están íntimamente unidas, por lo que es equivocado ver en ellas un contraste. Para una vida espiritual sana es necesario rehuir-apunta, Su Santidad- tanto del fideísmo como el activismo moral.
La Fe es un don que se recibe en el sacramento del bautismo, es un don de Dios, un regalo de la Providencia Divina, que como don, hay que pedirla, y cuando la aceptamos tenemos que convertirla en una fe virtuosa, es decir, debemos dar fruto de conversión. (Cf. Mensaje de la CED, n. 16, 21 de enero de 2013).
Cuando los obispos dominicanos hablan de fe virtuosa, están queriendo decir, que como virtud, se debe cuidar, y hacerla crecer, a través de la oración, y las vivencias de los sacramentos. Una vez recibida la fe, se espera del hombre, una respuesta generosa y confiada al Dios que camina en campos, valles, barrios y urbanizaciones. La carta a los hebreos nos va a decir que la fe es: garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven (Hebreos 11,1).
La Caridad es una virtud teologal, que brota de un corazón que ama, que se siente amado por Dios, y que transmite ese amor al prójimo. No se separa Dios y el prójimo, quien dice que ama a Dios y desprecia a su hermano, es un mentiroso (Jn. 4, 20-21). Se ama a Dios en cuanto se ama al hermano que está a tu lado, o sea, se concretiza la expresión del amor, si tomo en cuenta al que está próximo a mí. La caridad es “caminar” en la verdad.
La indiferencia, es un acto de crueldad, de salvajismo, y de fratricidio, de ahí entonces, que tengamos que ver necesariamente en el otro, el rostro de Cristo. ¿Cuántos hoy pasan hambre, cuántos dominicanos no tienen acceso al pan de la enseñanza, cuántos ciudadanos carecen de un techo propio, otros carecen de la medicina que cura su enfermedad, y cuántos niños padecen de desnutrición? El cuadro social de la patria de Duarte, es triste y desolador.
Pero los que hemos hecho opción por Jesucristo, tenemos que alzar la voz, frente tantas injusticias, pues el cristiano -dice el papa- es una persona conquistada por el amor de Cristo, y movido por este amor, está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo. Esta actitud nace, ante todo de la conciencia que el Señor nos ama entrañablemente. Preparémonos para celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, a través de las indicaciones concretas del ayuno, la penitencia y la limosna.
Felipe de Jesús Colón Padilla.