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miércoles, 16 de enero de 2013

Mons. Demetrio Fernández: «La enseñanza de la Iglesia no es ni homófoba ni misógina, sino liberadora»

Mons. Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, ha concedido una entrevista a InfoCatólica en la que sale al paso de la campaña de críticas contra su persona y contra la enseñanza de la Iglesia. « Yo no soy ni homófobo, ni misógino, ni pretendo llevar a la mujer a una situación de esclavitud ante el varón. Sencillamente, he expresado la doctrina de la Iglesia ante la ideología de género», afirma el obispo, que además asegura que su carta sobre esa cuestión era un comentario a lo que dijo el Papa Benedicto XVI en su discurso a la Curia Romana del pasado 21 de diciembre.
 
(Luis F. Pérez/InfoCatólica) - ¿Esperaba usted la reacción que ha habido de diversos sectores políticos y sociales tras su carta semanal sobre la ideología de género?
Pienso que muchos de los que han criticado mi carta pastoral no la han leído. Se citan unos a otros en sucesivas interpretaciones, y cuando vas por la segunda o tercera interpretación, ya no tiene nada que ver con lo dicho originalmente. A eso hay que añadir la malinterpretación intencionada para crear opinión en contra de una persona o de un tema. Yo no soy ni homófobo, ni misógino, ni pretendo llevar a la mujer a una situación de esclavitud ante el varón. Sencillamente, he expresado la doctrina de la Iglesia ante la ideología de género, anunciando a tanta gente de buena voluntad la verdad salvadora y liberadora del Evangelio, que es la que mejor salvaguarda la dignidad humana.
- ¿Ha dicho usted algo sobre esa materia que no haya enseñado la Iglesia en las últimas décadas?
Precisamente fue leyendo el discurso del Papa Benedicto XVI a la Curia Romana el pasado 21 de diciembre, cuando se me ocurrió al llegar la fiesta de la Sda. Familia, comentar algunas palabras del Papa para los católicos de Córdoba. Es mucho más fuerte lo que dice el Papa que lo que digo yo, pero en ambos casos se trata de enseñar lo que nos viene dado por la enseñanza de la Iglesia, que no es ni homófoba ni misógina, sino liberadora en la verdad de la naturaleza humana y en el plan de Dios para toda persona humana.
- Entre los ataques recibidos, ¿ha habido alguno, según su opinión, que haya ofrecido algún argumento de peso que merezca la pena ser parte de un debate abierto sobre la materia?

Creo que de fondo hay un debate serio, que vale la pena afrontar, porque nos estamos jugando el futuro de la humanidad. La gran manifestación de la sociedad francesa contra el gobierno francés el pasado domingo es una prueba de ello. En España les hemos adelantado unos años en estos temas. En este debate, la luz del Evangelio y la experiencia secular de la Iglesia, experta en humanidad, resulta esclarecedora. Por el contrario, el marxismo y sus derivaciones en el feminismo radical y la ideología de género, que también comparte hoy el liberalismo, son un mal para la persona humana y para el futuro de la humanidad. Sin Dios, el hombre se desmorona. En ese debate es innegociable la dignidad de toda persona humana, la dignidad de la mujer muchas veces degradada, también en la ideología de género, y la igualdad de toda persona humana, sea cual sea su condición, incluso antes de nacer. En esto no caben rebajas. Teniendo aspiraciones comunes en este horizonte, aportemos cada uno lo mejor de sí mismo para que toda persona humana sea respetada en su dignidad, para que toda mujer sea dignificada, para que toda persona sea aceptada y querida por los demás. Y en esto, el Evangelio es un resorte inmejorable, porque si el hombre consiguiera construir un mundeo sin Dios, habría construido un mundo en contra del hombre.
- ¿Qué les diría a los que piensan que, por el hecho de ser usted obispo, no debe opinar sobre leyes de ingeniería social y políticas educativas que pueden afectar al bien común de la sociedad? ¿se quiere coartar el derecho a la libertad religiosa y a la libertad de opinión de la Iglesia?
El obispo ha recibido la grave misión de anunciar el Evangelio para la salvación de todo el que lo quiera acoger. Y no puede callar, sobre todo cuando está en juego la dignidad de la persona. Dios ama a cada persona hasta el punto de haber entregado por cado uno a su Hijo en la cruz. No pretendo imponer nada a nadie, sólo pretendo que todo el mundo se sienta amado por este amor loco de Dios, que transforma y diviniza el corazón humano. A lo largo de la historia se ha repetido el caso, y muchos obispos han preferido dar su vida antes que silenciar la verdad del Evangelio. En Córdoba, por ejemplo, hay una lista interminable de hombres y mujeres, testigos hasta el martirio de su fe en Cristo, único redentor del hombre. Quisiera pertenecer a esta familia de testigos humildes y valientes del Evangelio y para eso es preciso hoy más que nunca que el obispo sea valeroso, como nos ha recordado el Papa en la homilía del pasado 6 de enero a los obispos.
- Ante lo ocurrido, ¿cree que hay un déficit de calidad democrática en España?
Todos podemos mejorar. También el obispo tiene que mejorar en su vida evangélica y en su testimonio. Pero todos tenemos que tener presente que en cualquier debate serio, hemos de comenzar por el respeto a la persona sin descalificaciones dictatoriales. La verdad no se impone, se propone. Y la Iglesia tiene mucho que decir acerca de la verdad del hombre. Jesucristo proyecta una luz nueva sobre el misterio del hombre, y ahí tenemos hombres y mujeres santos, los mejores hijos de la Iglesia, como por ejemplo Juan Pablo II y madre Teresa de Calcuta, que tienen mucho que decir al hombre de hoy sobre la dignidad humana. La Iglesia es portadora de esta rica herencia para toda la humanidad.

por Luis Fernando Pérez.