Main Nav

miércoles, 23 de enero de 2013

¿Cómo se construye un candidato a presidente?



Cada vez que en la Argentina se repone el debate por la re reelección de la presidenta Cristina Fernández, lo que en realidad se está discutiendo es otra cosa mucho más compleja, profunda y de difícil solución: cómo construir un candidato a presidente.
No hay una figura presidencial fuerte y de consenso dentro del pejota-kirchnerismo, ni dentro del pejota federal, y mucho menos en la oposición. Un apartado merece el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, que ya se anotó como presidenciable y tiene una alta imagen positiva, aunque, claro, cada vez que mueve una ficha, el kirchnerismo lo acorrala para que se quede en el molde. Al menos por ahora.
Como un puzzle que perdió la imagen de referencia, la política se intenta rearmar en una contemporaneidad compleja. Es una realidad que está en la etapa de escribir su definición. ¿Qué es la política posmoderna?
Vamos por partes, diría Jack el destripador. En el mundo se registra una crisis entre los líderes políticos y los partidos. La pregunta del millón es si un presidente en un sistema de democracia representativa es el mejor referente del partido que gobierna o es otra cosa.
Y parece que, a esta altura, es otra cosa. Es tan fuerte la incidencia de la comunicación en la construcción de un candidato que ese líder está casi obligado a tomar decisiones con un grupo cada vez más reducido de asesores o funcionarios confiables, por supuesto munidos de encuestas de opinión de todos los colores, el rating minuto a minuto y los clippings de prensa.
El sistema de ideas, principios y propuestas llamado “partido político” que aparecía -hasta finales de la década del 80- cada vez que un candidato empezaba a jugar, ya no existe.
Viene al caso citar al politólogo italiano Sergio Fabbrini, en su libro El ascenso del príncipe democrático, que leí esta semana. Fabbrini es, en lo que concierne a las ciencias políticas, uno de los intelectuales contemporáneos más lúcidos. En este libro, básicamente desarrolla un análisis comparativo de la política y las gestiones de gobierno de Estados Unidos y Europa desde la década del ’80 en adelante.
Sobre el asunto de las estructuras políticas versus los referentes dice esto: “La relevancia del líder es inversamente proporcional a la de los partidos”.
Por eso, el candidato gana peso en relación con su partido -cada vez más desdibujado- y está forzado a simplificar su consignas. Está tan cerca su discurso de un guión televisivo que casi les diría que debe limitarse a decir quién es él, cuál es su historia de vida y, sobre la base de eso, por qué va a ser un mejor candidato que el contrincante.
Esta tendencia conocida en Estados Unidos como storytelling, en la versión local es ni más ni menos que las siempre presentes fotos de los candidatos con sus bebés, con sus dolores y sus pérdidas más sentidas o, simplemente, con sus equipos de fútbol o sus cantantes favoritos.
Entonces, volvamos a la pregunta del inicio.
¿Cómo catzo se construye hoy por hoy un candidato?
  • Cualquier aspirante a candidato empieza a existir si tiene un nivel aceptable de conocimiento en el electorado, según los sondeos de opinión. Por eso el fútbol (el caso testigo de Mauricio Macri, en Boca Juniors, sirve de ejemplo) es una tentación para todos los políticos.
  • El que logre esto, sólo subió un escalón. Además, tiene que tener carisma que no es lo mismo que decir que tiene que ser un gran orador. Miren a Néstor Kirchner, por ejemplo. Nada de orador, pero con su ceja partida el día de su asunción empezó a ser Néstor para los que después lo apoyaron. Y, como contraejemplo, Ricardo Alfonsín, excelente orador ungido por el dolor de la muerte de su padre, no logró sin embargo replicar su éxito en el momento de la votación. O cómo creció Francisco de Narváez después de bailar en lo de  Tinelli. De alguna manera logró, en 2009, enganchar al electorado con lo que menos se imaginaba. Un baile.  O cómo en la campaña del ’99 de  Fernando de la Rúa, el publicista Ramiro Agulla armó un candidato con un solo recurso de la personalidad del candidato, su imagen de aburrido.
  • Y acá viene el otro factor determinante: los recursos del entretenimiento como la televisión y la farándula están cada vez más enlazados con la construcción de un candidato. El folklore de cantantes, deportistas y artistas que desfilan de la mano del sciolismo, del kirchnerismo, y también del intendente de Tigre Sergio Massa, que no se queda quieto ni un minuto.
  • El candidato tiene que tener imagen positiva. Por eso, si hacemos un paralelismo con el Bailando por un sueño de Marcelo Tinelli, Amado Boudou cayó en la votación telefónica.
  • El o la candidata tiene que saber leer cuáles son las prioridades de los electores. Y acá nuevamente aparece Santa Encuesta de Opinión. Como una especie de Biblia del discurso político. Se podrá adornar el discurso político con alusiones históricas sobre todo, en la Argentina con el particularísimo fenómeno del peronismo, pero sin lugar a dudas el presidenciable tendrá que tener muy claro de qué habla doña Alicia en el colectivo.
Por eso, más que meterse en el laberinto del debate sobre la re re, el verdadero desafío que enfrenta la dirigencia política, lo que aún está pendiente, es otro: la construcción de un candidato. Que no sea un personaje débil craneado en una agencia de publicidad o fogoneado en un programa de televisión. Un líder al que no le pesen las alianzas o estructuras partidarias, sino que lo empujen.
Suena complicado. Veremos si alguien lo logrará, pero sí sé que cuando se habla de re re en realidad se habla de esto otro.