Lo mismo le ocurrió con Felipe Calderón en el 2006. “Nos han robado dos veces la presidencia de la república”, me dijo el ex-candidato izquierdista en una entrevista vía satélite. “Ahora fue a billetazos. Peña Nieto no ganó la presidencia de la república; compraron la presidencia. Ese es el sentir de muchos ciudadanos”.
Y así como López Obrador nunca reconoció a Calderón como presidente legítimo de México, tampoco lo hará con Peña Nieto. “No se celebraron elecciones limpias y libres”, explicó. “Peña Nieto y sus patrocinadores compraron millones de votos. Traficaron con la pobreza de la gente. Por eso no vamos a reconocer a Peña Nieto”.
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación concluyó, sin embargo, que en México sí hubo unas elecciones “libres y auténticas” y que las acusaciones de fraude de López Obrador fueron “infundadas”. ¿A quién le creemos?, le pregunté.
“Yo no miento, estoy acostumbrado a decir la verdad”, me contestó. “Te puedo decir que en México no hay democracia. Te puedo decir que el Tribunal y el Instituto Federal Electoral están secuestrados, están al servicio de la mafia del poder”. El conteo oficial le dio al candidato del Partido Revolucionario Institucional 3 millones votos más que al candidato del Partido de la Revolución Democrática.
Pero si López Obrador sabía meses antes de las elecciones que Peña Nieto tenía una ventaja injusta frente a los otros candidatos -en gastos y en medios de difusión- ¿por qué no se retiró? “Porque siempre se apuesta a que se le va a ganar al fraude”, respondió. “Porque, aunque las cartas están marcadas y los dados están cargados, se le puede ganar. Obtuvimos 16 millones de votos y no entregamos nada a cambio. No se puede uno retirar; hay que seguir insistiendo”.
¿Por qué López Obrador no actuó como Al Gore en Estados Unidos o Henrique Capriles en Venezuela? Gore, en el 2000, reconoció el triunfo de George W. Bush a pesar de no estar de acuerdo con la decisión de la Corte Suprema. Y este año Capriles, el candidato único de la oposición venezolana, siempre supo que el presidente Hugo Chávez estaba usando los recursos del gobierno para reelegirse y, aun así, reconoció su derrota. Eso hacen los demócratas, dijo Capriles.
López Obrador dice que “respeta el punto de vista” de los que creen que él es un mal perdedor. Pero que la situación de México, aclaró, es muy distinta a la de Venezuela y Estados Unidos. “En México siempre ha habido fraudes electorales. Somos campeones del fraude electoral en el mundo”, explicó. “Yo no puedo aceptar los resultados porque implicaría convertirme en cómplice del fraude electoral”.
¿Y ahora qué va a hacer? “Desobediencia civil, pacífica pero activa. Tenemos un objetivo. Estamos luchando porque queremos la transformación del país. De Calderón a Peña Nieto, solo hay continuismo”.
¿Cerrará calles? ¿Hará protestas masivas? “No, nuestro movimiento es pacífico. Me refiero a no reconocer al gobierno. Ya están pactando (con Peña Nieto) incluso los partidos progresistas. Nosotros no. Vamos a pintar nuestra raya. Nosotros no podemos legitimar fraudes electorales. Los que mandan en este país tienen una fábrica de pobres y encima de eso, cuando hay elecciones, trafican con la pobreza -dando despensas, materiales de construcción… Trafican con el hambre de la gente. Eso fue lo que hizo Peña Nieto”.
¿Se lanzará como candidato presidencial en el 2018? “No sé qué me depare el destino”, me dijo. “Pero voy a luchar toda mi vida por mis ideales, por mis principios. Muchos mexicanos nos estamos organizando… y vamos a seguir adelante”.
El que se va es Felipe Calderón. Durante su gobierno, del 2006 al 2012, hubo por lo menos 65,000 muertos por su guerra contra los narcotraficantes. El quería ser el “presidente del empleo” pero ¿será recordado como el presidente de los muertos? “Va a ser recordado así”, coincidió López Obrador. “Dejó mucho sufrimiento. Ahora se va (a la Universidad de Harvard) protegido por el PRI y Peña Nieto. Pero no va a estar tranquilo con su conciencia por lo que hizo: un mal gobierno”.
Durante los últimos seis años López Obrador se consideró a sí mismo como el “presidente legítimo de México”. Pero en eso sí ha cambiado. “Yo soy un dirigente social, eso es lo que soy”, me dijo antes de despedirse. “Sencillamente”.