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domingo, 2 de diciembre de 2012

¡Atemoriza!, la criminalidad que ya se observa en la nación dominicana

¡Lamentable realidad ésa! Hojear los periódicos locales hoy es un martirio. Cada día que pasa, las reseñas y reportajes gráficos que aparecen en los rotativos nacionales, alusivos a esa deleznable situación, se tornan más deprimentes y desoladores para la gente de aquí, que se siente totalmente desprotegida, corriendo riesgos inmensos.
Al parecer, se acabó la paz y el sosiego para los dominicanos. Las calles del país se han convertido en algo muy semejante a aquellos caminos del viejo Oeste americano, donde en cualquier lugar aparecían de repente las bandas criminales, los asaltantes de caravanas, que en adición mataban - aquí de cualquier vehículo, o a gente de a pie también -, al igual que los pistoleros enmascarados.
Las interesantes preguntas que tantos se hacen en esta República son: ¿qué se va a hacer?; ¿por dónde empezar a corregir?, analizando el escenario generalizado que ya se tiene en ese orden; las cuestionadas normativas legales que rigen en tal sentido; como, las lenidades que se perciben, en términos de la administración y aplicación de justicia en el país.
Eso, por una parte. Pero además, se deben considerar: la penetración cultural mal asimilada que se tiene, sin control alguno; la inconsciencia ciudadana manifiesta; las desaprensiones de muchos de los políticos mandantes en la actualidad; como, la adhesión, principalmente juvenil, hacia determinados ritos seudos religiosos, de los denominados “satánicos”. Todos éstos agregados innegables, son factores muy incidentes en las acciones delincuenciales que se verifican actualmente en esta nación.
Bastante compleja se torna ya esa tormentosa situación, por los niveles de expansión, o incidencia que ha alcanzado la misma, que dificultan el poder enfrentarle con efectividad, salvo que se introduzcan en los códigos legales relativos las modificaciones pertinentes, y que se endurezcan en gran medida las acciones preventivas que ya se imponen, aun se tenga que recurrir a métodos de fuerza poco comunes en el marco de la llamada democracia representativa.
Con esa blandenguería que de ordinario se observa aquí, en relación con lo que ya se puede considerar como un flagelo de alta peligrosidad nacional, ¡nada se va a lograr!
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Autor: Rolando Fernández