(Agencias/InfoCatólica) El Cardenal y Arzobispo de Viena, S.E.R Christoph Schönborn, advirtió en su día que el camino de la disidencia traería consecuencias para los que transitaran por el mismo. El cardenal ha sido el encargado de comunicar a Helmut Schüller la decisión del Vaticano. El sacerdote ha asegurado que lo ocurrido no supone para él «ningún drama».
Un portavoz vaticano aseguró que si Schüller accediera a cambiar su postura podría recuperar los títulos de los que ha sido despojado y que le fueron concedidos cuando era presidente de Cáritas Austria.
Los firmantes del «llamado a la desobediencia» pedían, entre otras medidas de supuesta reforma de la Iglesia, la aceptación de la mujer al sacramento del orden sacerdotal –cuestión zanjada definitivamente por el magisterio– y la supresión del celibato obligatorio, así como la vuelta al sacerdocio de los sacerdotes que lo abandonaron al casarse.
La respuesta del cardenal Schönborn fue tajante y no dudó en afirmar que «esto no puede continuar. Si alguien ha decidido seguir el camino de la disidencia, ello tiene consecuencias»
Incluso el papa Benedicto XVI decidió responder directamente a los sacerdotes rebeldes en una homilía pronunciada el pasado mes de abril, en la que dijo:
Recientemente, un grupo de sacerdotes ha publicado en un país europeo una llamada a la desobediencia, aportando al mismo tiempo ejemplos concretos de cómo se puede expresar esta desobediencia, que debería ignorar incluso decisiones definitivas del Magisterio; por ejemplo, en la cuestión sobre la ordenación de las mujeres, sobre la que el beato Papa Juan Pablo II ha declarado de manera irrevocable que la Iglesia no ha recibido del Señor ninguna autoridad sobre esto. Pero la desobediencia, ¿es un camino para renovar la Iglesia? Queremos creer a los autores de esta llamada cuando afirman que les mueve la solicitud por la Iglesia; su convencimiento de que se deba afrontar la lentitud de las instituciones con medios drásticos para abrir caminos nuevos, para volver a poner a la Iglesia a la altura de los tiempos. Pero la desobediencia, ¿es verdaderamente un camino? ¿Se puede ver en esto algo de la configuración con Cristo, que es el presupuesto de una auténtica renovación, o no es más bien sólo un afán desesperado de hacer algo, de transformar la Iglesia según nuestros deseos y nuestras ideas?