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lunes, 19 de noviembre de 2012

La vida de una monja es «hacer presente el cielo aquí en la tierra»


(Bruno Moreno/InfoCatólica) Arely Campos tomó recientemente el hábito en el monasterio cisterciense toledano de San Clemente (C/ San Clemente, s/n, 45002 Toledo), al igual que han hecho en los últimos años otras tres chicas de El Salvador. Su vocación nació en el Camino Neocatecumenal y tuvo un itinerario de discernimiento y preparación antes de su entrada en el convento.
Aunque menos conocido para los turistas que otros monumentos toledanos, el monasterio de San Clemente encierra grandes tesoros artísticos como herencia de sus ocho siglos de historia y las monjas elaboran y venden el que quizá sea el mejor mazapán del mundo.
- ¿Cómo llegó aquí desde tan lejos?
Por el Camino Neocatecumenal. Me levanté cuando escuché la llamada del Señor. Estuve en un grupo vocacional muchos años, intentando ver lo que Dios quería de mí, aunque me desviaba creyendo que mi vida iba por otro rumbo, buscando novio, buscando un trabajo mejor... pero el Señor siempre me enderezaba y me volvía a llamar, así que seguí caminando hasta que me dijeron mis catequistas que era bueno que hiciese una experiencia en un monasterio. Comencé a buscar lugares para hacer una experiencia e hice e hice unas experiencias en San Salvador, porque yo soy salvadoreña, y vi que era esto a lo que el Señor me llamaba, pero mi llamada tenía que ser comprobada.
Pasó el tiempo y seguí yendo a los grupos vocacionales, pero siempre pensando que mi historia era otra, queriendo defenderme de lo que Dios quería hacer conmigo, buscando la felicidad en un trabajo mejor, buscando un sueldo mayor, creyéndome indispensable en mi casa, creyendo que la moda, la música, el dinero, etc. me iban a dar lo que yo buscaba. Sin embargo, el Señor me ha sacado de esa mentira, de esa idolatría que yo tenía, y me ha hecho aterrizar y ver que el único que puede darme todo lo que yo necesito es Él. Una vez que tuve claro esto, sentí la necesidad de pregonar a los demás que la vida sin Dios no tiene sentido y, por gracia de Dios, estuve un tiempo dedicada a la evangelización, que me llenó muchísimo. Finalmente, he comprobado que la vida consagrada, la vida contemplativa, es a lo que Él me llama.
- ¿Por qué aquí en Toledo desde El Salvador?
Por voluntad de Dios, porque yo hice una experiencia en Benavente, pensando que ese era mi lugar, pero no fue así, sino que mis catequistas finalmente me dirigieron aquí y las hermanas han abierto para mí esta casa y aquí es donde Dios quiere que esté.
- ¿Cuánto tiempo lleva a aquí? ¿Está contenta?
Llevo aquí quince meses y estoy muy contenta.
- ¿Cómo es la comunidad aquí en San Clemente? ¿Cuántas hermanas son?
Ahora conmigo somos dieciocho: tres junioras que han hecho sus votos temporales, yo que soy novicia y las demás son monjas profesas que han hecho sus votos perpetuos. Algunas hermanas son de la India y estamos esperando otras de El Salvador.
- ¿Cuál es la vida de una monja cisterciense?
Es una vida normal, porque vivimos en una comunidad de personas concretas y reales. No tenemos alas. Tenemos nuestros pecados y no somos ángeles. Tenemos los pies en la tierra, pero somos conscientes de que hay Uno que lleva nuestra vida y de que el fundamento está en el perdón, en pedir perdón y ser perdonadas. Pasamos la vida en alabanza del Señor, orando por la humanidad, por los que no se acuerdan de Él, por los que no quieren acordarse de Él, por los que están resentidos con Él. Siempre conscientes de que estamos de paso en esta vida, que viene otra que es mejor. Nuestra misión es hacer presente el cielo aquí en la tierra, mostrar que aquí en la tierra se puede vivir con el sufrimiento, dándole gracias al Señor incluso por el sufrimiento y viviéndolo en paz.
- ¿Es una vida de felicidad, de sacrificio o de las dos cosas?
Ambas, porque el hecho de que yo me desprenda de mi familia y abandone mi tierra y todo lo que yo quiero es un sacrificio, pero comparado con lo que Dios ha hecho conmigo no es nada. Estamos aquí para que estas oraciones lleguen a otros que ni siquiera se enteran o creen que su vida no tiene sentido. Todo esto lo hacemos mientras trabajamos: trabajamos y oramos.
- Hoy ha tomado el hábito. ¿Qué significa el hábito para una monja cisterciense?
Renunciar a mi voluntad, renunciar a la moda. Para mí, la moda era algo muy importante y significa dejarlo todo para vivir en la pobreza para vestir un hábito todo el tiempo, porque vivimos como si siempre fuese domingo alabando y orando, pensando en el Señor a todas horas, y por ello lo que nace del corazón es donarte, olvidarte de ti misma para abrazar la pobreza y que otros vivan.
- ¿Qué le diría a una chica que esté pensando si Dios la llama y que tiene dudas?
Le diría que se arriesgue y que haga una experiencia. Si trabaja, que pida permiso en su trabajo y que no dude, pues aunque esté en un grupo vocacional, hasta que no haga la experiencia en el monasterio no va a poner a prueba la idea y seguirá teniendo dudas. Es importante este tiempo de experiencia para ver cómo es la vida con las hermanas y comprender que es una vida de trabajo, oración y pobreza, sin olvidar que hay que buscar cuál es la voluntad de Dios y no las apetencias de una misma, y eso no se descubre si no se hace una experiencia.