Cuando a una persona de manera generosa y con afecto se le otorga la hospitalidad e inclusive recibe la nacionalidad privilegiada, como es el caso de Delio Gómez Ochoa, debe saber guardar distancia y no involucrarse en cuestiones que podrían lastimar el sentimiento nacional del país receptor. Gómez Ochoa debe saber que él defendió el grupo de jóvenes que tuvieron el coraje de llegar a la República Dominicana a combatir la tiranía trujillista.
Luego de concluir las operaciones militares contra ese grupo de jóvenes patriotas que llegó desde la Habana, Cuba, a luchar contra el régimen trujillista que asesinó a miles y miles de dominicanos que combatieron contra la dictadura por los métodos sanguinarios ejecutados por aquel sistema que llenó de infamia a toda una nación, nos vemos obligados a preguntarle a Gómez Ochoa ¿Si él se acuerda que Ramfis Trujillo le perdonó la vida y en ese entonces hubo numerosas conjeturas por ese perdón?
Gómez Ochoa esta vez está defendiendo lo indefendible, toda vez a que por lo que el pueblo está luchando es esencialmente para que se castigue a los responsables materiales e intelectuales del desfalco más grande y más lacerante que registran los anales de robo de los recursos de esta nación durante el gobierno que presidió Leonel Fernández. Hay que luchar Delio Gómez Ochoa, pero luchar sin darle tregua a quienes de manera delictiva y clara se apoderaron de la riqueza del Estado abusando de la docilidad de este pobre pueblo.
Hay que evitar que pueda concretarse la camisa de fuerza mediante la Reforma Fiscal que quiere Danilo Medina imponerle forzosamente a este pueblo ingenuo para inmovilizarlo, como si los dominicanos fueran Houdini, el famoso ilusionista que utilizó la camisa de fuerza en sus famosos actos de escapismo. En este caso, señor Delio Gómez Ochoa, el pueblo mísero, como usted lo ve enseñando sus remiendos, no podrá desaparecer porque la Reforma Fiscal no es magia, es una acción perversamente concebida para reponer miles de millones de pesos que han sido robados por funcionarios del pasado régimen que usted defiende, siendo Leonel el principal corrupto y a la vez profanador del ahora endeble y desconsolador Erario.
Ahí están los hechos, tan luminosos como el astro Sol y tan indiscutibles que no pueden ser refutados porque no admiten la más mínima discusión. Los políticos como Leonel, según lo expresado por el escritor estadounidense Ralph Waldo Emerson, son como aquellos hombres que se inclinan por naturaleza a ir en pos del dinero o del poder; y del poder porque vale tanto como el dinero. Este es un pueblo, señor Gómez Ochoa, que se levanta al rayar el alba como el griego antiguo y está dispuesto como nunca antes a marchar como lo hizo Alejandro Magno sobre Aquemenida o como Leonidas para echar la batalla de los Campeones.
Sabemos por qué usted rompió con Fidel o más bien, Fidel con usted. Fue por aquello de Ramfis Trujillo. Hasta en la propia Fuerzas Armadas y, más especialmente, en la antigua Aviación Militar Dominicana de aquel tiempo, esa actuación suya avivó la sospecha de que quizás algo se había cocido entre Ramfis y usted que disgustó al líder de la Revolución Cubana. Los dominicanos, quienes una vez le llenamos de adulación, justa y sincera, por su contribución junto con otros combatientes antitrujillistas en las lomas de Constanza, hoy, sépase bien, hoy sus palabras de exaltación a un régimen y a un gobernante como lo fue Leonel, a quien solo mencionar su nombre trae desasosiego y una mortificación insoportable que termina llenando el alma de la nación de desconsuelo y de amargura.
Frente a su postura genuflexa de ahora, uno debe preguntarse ¿Por qué ciertos hombres quieren terminar sus vidas como Delio Gómez Ochoa que después que fue furiosamente abrazado por sus arrestos y sus respaldos a causas ajenas y buenas se torna insignificante? Aunque tenemos que entender que Gómez Ochoa vino al país como un mercenario o sea, una persona que luchó para derrocar a Trujillo, pero por un beneficio personal, sin ninguna ideología o preferencia política, a diferencia de los dominicanos que lucharon por una causa.
Naturalmente, Gómez Ochoa merece nuestro mayor respeto, ¡que a nadie le quepa duda!, pero se ha dejado arrastrar infantilmente por el canto de Leonel, cuyo canto no es el del cisne sino el de aquella ave invisible de la selva Amazónica que canta en la noche y que se nutre de parásitos de la novela del escritor peruano, Ciro Alegría.
En este caso, Gómez Ochoa no está respondiendo como héroe militar, sino como un político de Leonel, por algún favor. Delio Gómez Ochoa entonces, debe callarse para que pueda seguir disfrutando del aprecio y del cariño de los dominicanos, si es que después de lo dicho en este trabajo queda espacio para ello.
Rafael A. Escotto.
El autor es abogado.