(EP) En el texto, los obispos asemejan el encuentro de Jesús con una samaritana en el pozo con la imagen del hombre contemporáneo con una ánfora vacía, que tiene sed y nostalgia de Dios, y «hacia el que la Iglesia debe dirigirse para hacerle presente al Señor. Como la samaritana, que encuentra a Jesús, no puede hacer otra cosa sino convertirse en testigo del anuncio de salvación y esperanza del Evangelio».
Además, recuerdan que »el encuentro con el Señor, revela a Dios como amor y que esto sucede «sólo en la Iglesia como forma de comunidad acogedora y experiencia de comunión porque desde ahí los cristianos pasan a ser sus testigos en otros lugares».
También precisan que la propia Iglesia, para evangelizar, debe estar, ante todo, evangelizada y hace un llamamiento a la conversión porque «la debilidad de los discípulos de Jesús pesa sobre la credibilidad de la misión».
De este modo, los obispos invitan a los cristianos a «vencer el miedo con la fe y a mirar el mundo con sereno coraje porque, aunque éste está lleno de contradicciones y retos, sigue siendo el mundo que Dios ama».
Por ello, apelan a «acabar con el pesimismo y aseguran que la globalización, la secularización y los nuevos escenarios de la sociedad, las migraciones, incluso las dificultades y sufrimientos que conllevan, deben ser oportunidad de evangelización» porque «no se trata de encontrar nuevas estrategias como si el Evangelio hubiera que difundirlo como un producto de mercado, sino de redescubrir los modos con los que las personas se acercan a Jesús».
La familia
Los obispos destacan también el papel de la familia «lugar natural de la evangelización e insisten en que debe ser sostenida por la Iglesia, la política y la sociedad. Dentro de ella, resaltan también el papel especial de las mujeres y recuerdan la «dolorosa situación« de los divorciados y vueltos a casar. No obstante, confirma la disciplina sobre al acceso a los sacramentos e insiste en que no están abandonados por el Señor y que la Iglesia es la casa que acoge a todos».Asimismo, el documento cita también la vida consagrada, «testimonio del sentido ultraterrenal de la existencia humana, y las parroquias como centros de evangelización». Igualmente, recuerda la importancia de la «formación permanente para los sacerdotes y los religiosos e invita a los laicos -movimientos y nuevas realidades eclesiales- a evangelizar permaneciendo en comunión con la Iglesia».
Por otro lado, hace referencia al diálogo cultura, que «necesita una nueva alianza entre fe y razón»; educativo, con la ciencia que «cuando no encierra al hombre en el materialismo se convierte en una aliada de la humanización de la vida»; artístico, con el mundo de la economía y el trabajo; y también con los enfermos y los que sufren; con la política, a la cual se pide un compromiso desinteresado y transparente del bien común; y con las otras religiones.
De hecho, en particular, el Sínodo «insiste en que el diálogo interreligioso contribuye a la paz, rechaza el fundamentalismo y denuncia la violencia contra los creyentes». Además, dirigen palabras de aliento a las Iglesias de las distintas regiones para anunciar el Evangelio.
Finalmente, remarcan que Europa vive «una secularización también agresiva y herida por regímenes pasados, pero recuerdan que también ha creado una cultura humanística capaz de dar rostro a la dignidad de la persona y a la construcción del bien común». Así, aseguran que las dificultades del presente no deben por tanto abatir a los cristianos europeos, sino que deben ser percibidas como un reto.