Su visión la tuvo bien clara desde su juventud. Sabía lo que quería y tenía que aprender a buscarlo. Estaba consciente que para ser un buen artista del género del jazz iba a tener que dejar atrás sus raíces musicales y su suelo natal para poder convertir su sueño en realidad.
En los años sesenta existían muy pocas orquestas de música latina. Unos cuantos líderes tuvieron la oportunidad de empezar una revolución musical en esta ciudad.
Tito Rodríguez excelente cantante y director de orquesta era una de las codiciadas agrupaciones para cualquier músico, por su popularidad, calidad y profesionalismo.
Fue en esta orquesta donde Mario Rivera comenzó a construir su nombre y
su destreza como músico.
Desde sus comienzos estuvo consciente de la
necesidad de estudiar, de aprender, de ampliar sus horizontes, en la
búsqueda de conocimientos.
Es imposible lograr dominar el exigente mundo del jazz y al mismo tiempo
seguir tocando en bandas (en este caso de merengue) y ser un merenguero
profesional de grabación. Estos dos mundos exigen disciplinas totalmente
distintas. También en su forma de pensar, él tomó la decisión de convertirse en excelente improvisador.
Hizo del estudio su consagración. Tuve el honor de conocerlo en el 1970
aproximadamente, ese año fue mi primer viaje a la ciudad de New York con la orquesta del maestro Solano. Cuando lo conocí tuve una impresión muy
buena de él, su honestidad era aplastante. Cuando tenía que corregirte lo
hacía sin reparo, pareciendo rudo en muchas ocasiones.
Estuvimos en su casa unas horas y lo escuchaba hablar y al mismo tiempo darme consejos. Durante los siguientes años viajé a New York por un período de tiempo bien largo
antes de decidir establecerme.
Entonces aproveché mis relaciones con él,
convirtiéndose en mi gran mentor, mi maestro, el músico que tanto me
estaba dando y siguió haciéndolo por muchos años.
Mario Rivera: Una leyenda en toda Latinoamérica y en el mundo del jazz
tiene también su lugar….Y lo más importante supo sobreponerse a innumerables dificultades de toda índole para imponer sus ideales de ser un gran músico rompieron todas las barreras convencionales de la sociedad.
El estudio era su vida logrando dominar sin ningún tipo de problema, todos los saxos, la trompeta, el piano, la batería, el bajo y para colmo de todo, también tocaba la tambora, de paso, muy bien.
Estaba consciente que solo estudiando se lograban las cosas. Logró tocar con
las figuras mas relevantes del mundo del latín jazz: Tito Rodríguez, Tito
Puentes (su casa por muchos años), Mongo Santa María, Machito y su Orquesta, Mario Bauzá, Ray Barreto, y muchos más.
Músico de la Orquesta de Jazz de las Naciones Unidas, dirigida por el
prestigioso trompetista Dizzy Gillespie, también en las orquestas de Count
Basie, George Coleman, Coleman Hawking, Ray Santos, y muchos más. Su
inmenso talento lo consagró al estudio y este estuvo por encima de todo.
Grabó un disco como solista de una orquesta que se auto tituló como “El
Comandante”, pero, apenas con unas cuantas copias al aire.
Mario logró ser un maestro para todos los aspirantes a jazzistas en el mundo
latino y ha sido respetado por todas las grandes autoridades del mundo de la
música popular en Estados Unidos hasta la hora de su muerte en el 2007.
Mario es un ejemplo de consagración, tenacidad, consistencia, valor.
Sólo una palabra puedo definirlo, un consagrado. Dominaba todo lo que le resultaba difícil. Su tenacidad no le permitía atemorizarse por nada.
Me enseñó a que no hay tonalidades difíciles, solo practicarlo en orden
cromático para que el cerebro esté preparado para enfrentar todo tipo de
desafío que pueda encontrar en el camino.
No solo me lo enseñaba en la parte teórica también en la práctica. Su honestidad lo llevó a muchas confrontaciones y nunca tuvo miedo de hacerse sentir cuando alguien lo quería molestar de una forma u otra.
Aunque no fuera de mucho agrado con otras personas, siempre mantuvo su
temperamento, su libertad, su ideología.
Podría decir que con el estudio fue un hombre obsesivo. Muy celoso con sus
pertenencias personales, libros, discos, instrumentos. No le gustaba
prestarlo a ningún postor, por mas insignificante que fuera el objeto.
Sus primeros conocimientos lo obtuvo con diferentes maestros, para luego
crear una conciencia de todo lo que necesitaba y como lograrlo.
Conocer las escalas, tocar un poco de piano, tener una técnica excelente, escuchar a grandes solistas, eran las prioridades de él, hasta que logró un nivel que ya podía seguir solo. Fue su propio juez, siendo hasta cruel consigo mismo. Cada día se exigía más de si mismo. Sabía a donde quería llegar y como hacerlo.
Consagró todo tipo de sacrificio en pos de su superación.
No tengo palabras para definir a Mario Rivera como músico. Hay que
sentarse a escuchar sus trabajos y dejar correr la imaginación, en pocos
minutos llegará a la conclusión de que estamos delante de un músico de gran consagración.
Mario Rivera, "un monstruo de músico", expresión muy normal que usamos al definir a un bravo de verdad.
Por Juan Colón
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