Siento en mi alma un regocijo enorme como el que solo puede regalarnos Dios, o el recuerdo grato de un amigo desaparecido, pero que vive en la misma morada del creador. Y esto, lo motiva mi pensamiento al acercarme a revivir los momentos inolvidables que junto al flamante amigo don Hugo Figueroa pudimos experimentar.
Don Hugo Figueroa, definido por sus hijos como el mejor de todos los padres, se fue al Cielo hace un año, no sin antes haberme distinguido con su valiosa amistad y transmitirme sus conocimientos. Lo conoci en un caluroso verano en la ciudad de Nueva York, y desde entonces dimo riendas sueltas a nuestra amistad que fue madurando y fortaleciendose hasta convertirme en uno de sus predilectos estudiantes.
Debo ser honesto y admitir que luego de haber realizado dos licenciaturas, una maestria y varios diplomados me sentia con un vacio enorme el cual fue llenado por la sapiencia de don Hugo Figueroa, un experimentado profesional en el area de la contabilidad y las finanzas, aunque sus cátedras,sus lecciones y sus enseñanzas hacia mi persona las fundamentó de sus vivencias acumuladas en los ochenta años que llevaba preparándose en la Universidad de la Vida.
En nuestras conversaciones eran obligatorios los temas de América Latina, Estados Unidos y por supuesto la República Dominicana, de la cual logramos despejar todas las dudas.. Hablar de la Revolución de Abril y de todos los personajes que han hecho historia por sus actos, o simplemente pasar revistas a la tirania de Trujillo, aunque con mucho escepticismo. He recibido educación por parte de numerosos maestros. Pero el caso de don Hugo Figueroa sobresale todos los limites, un ser excepcional que siguiendo la doctrina del más sabio de todo los hombres ( Jesucristo) se puso a mi disposición para multiplicar sus talentos con sus enseñanzas, y esto lo hizo grande antes Dios.
Que fortaleza la de don Hugo cuando se expresaba sobre la muerte, siempre decia en tono vibrante yo estoy listo para cuando Dios quiera, claro se apenaba un poco al pensar en su voluminosa y bella familia, en sus amigos que como yo nos habiamos ganado su simpatia. Pude acompañarle en varias citas a sus respectivos doctores y cada una de ellas fue para mi un estimulo a amar y defender la vida, pero sin aferrarme a ella. Inclusive los mismos profesionales de la medicina decian " Don Hugo es excepcional", y se atrevian asegurar que era el paciente más completo que habian tratado. Pero el tiempo seguia sin detenerse y las complicaciones en la salud de mi amigo aumentaban a tal punto que tuvieron que internarlo en un hospital local, y desde alli seguia dandonos sus lecciones, pues cada vez que le visitabamos nos decia que se encontraba bien, claro lo hacia para no doblegarse frente a ninguna enfermedad, como debe ser
. Recuerdo aquel último domingo que estuvo con vida terrenal cuando fui a visitarle al hospital y le hablaba de Jesús y de Maria, don Hugo me hizo un gesto para decirme que si, que estaba de acuerdo con mi planteamiento, con su mirada me decia que nadie en el mundo amaba tanto a la Virgen y a su hijo como lo hacia el. Cuán humilde se comportó mi maestro al permitir que su alumno le hablara sobre Dios. Y fue más lejos, movia sus labios para pedirme algo que yo no entendia, como sabio al fin se la ingenió para hacerme saber que debia darle un abrazo y nos confundimos en ese abrazo, el cual arrancó mis lagrimas como si fuera un torrenciar. Mientras, mi amigo sonreria mirando al cielo. Al parecer la Santisima Virgen Maria y todos los ángeles preparaban su recibiemiento, don Hugo entró en un sueño profundo y esa fue la última véz que nos vimos estando él con vida.
Escrito por Julio Vásquez.
Hasta pronto amigo y maestro.