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viernes, 3 de agosto de 2012
Josefina de la Cruz, abnegada maestra
Yaniris López
Santo Domingo
Josefina de la Cruz Núñez es la típica maestra de campo, esa cuya abnegación por la labor docente no termina en las aulas, sino que se extiende a las familias y a las necesidades de la comunidad rural a la que sirve.
La escuelita que dirige desde hace 18 años, el Centro Educativo Jamo Arriba, es su segunda casa. Y muchos creen que la primera. Se encuentra a orillas del río Bacuí, en el paraje Bacuí Abajo, a siete kilómetros del centro del municipio de La Vega.
Como se trata de una comunidad muy pobre, un factor que favorece el ausentismo escolar, Josefina es de las maestras que sale casa por casa a buscar a los niños que faltaron a clases. Incluso se encarga de alimentarlos y de vestirlos con tal de que no falten a la escuela. Y si tiene que recortar el cabello a los varones porque sus padres no han podido, también hace de peluquera.
Construida con material prefabricado en 1994 por voluntarios coreanos, la escuelita acoge unos 125 alumnos desde preprimaria hasta cuarto de básica, de 7:30 a 12:00 meridiano y de 1:30 a 5:30 de la tarde. Antes de 1994, las clases eran impartidas en una minúscula enramada.
El entorno de la escuelita, que Josefina, las maestras y los niños se empeñan en mantener acogedor y bonito, disimula un poco las necesidades del lugar.
“Aunque se vea todo muy bonito, aquí hay mucha pobreza. Los alumnos son hijos de agricultores que producen para otros y el dinero a veces no les da ni para la comida. Los muchachos llegan en ayunas, por eso nos encargamos de ellos y les damos un trato especial”, indica.
Josefina señala que usa parte de su dinero en comprar vitaminas y medicina “para que los niños razonen en las clases”.
“Nos hemos dado cuenta de que muchos de los problemas de aprendizaje que presentan se deben a que no se alimentan bien”, explica. Es tan grave el problema que, para ayudarlos, Josefina está solicitando la ayuda (al empresariado o a instituciones que deseen colaborar) para desarrollar un proyecto o plan alimenticio para los alumnos.
“Queremos que alguien nos asesore con el proyecto, que nos ayuden a conseguir alimentos y a construir una cocina. Lo consideramos de emergencia porque estos niños lo necesitan. Nos llegan en ayunas en la mañana y en la tarde un gran grupo llega sin comer. A veces muchos dicen que no van porque en la casa no había comida”.
Josefina dice que en el patio trasero del centro hay espacio suficiente para construir la cocina, y que ella y las maestras están dispuestas a cocinar si es necesario.
“A veces se nos marean. Una vez salimos de viaje y se mareó un muchachito porque estaba en ayunas. Cuando voy a las casas y las mamás me dicen que no había nada para comer, les digo que tengan la confianza de decirme e inmediatamente tratamos de atender al niño”, sostiene.
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EL PUENTE, LOS BAÑOS Y OTRAS NECESIDADES
El sueño de Josefina de la Cruz es convertir la escuelita de Bacuí Abajo en un centro modelo antes de retirarse de la docencia. Zuleydy Mejía, enfermera de la policlínica de Bacuí Abajo y madre de dos niños de nueve y once años que asisten a la escuela, expresa que la escuelita ha obtenido muchos logros en los últimos años a nivel educativo gracias al esfuerzo de la directora y al equipo de profesores y padres.
Pero otros problemas amenazan este progreso. El puente que lleva a los niños a la escuela fue destruido por las tormentas Olga y Noel. Aunque fue arreglado, una nueva crecida a principio de año lo derrumbó parcialmente y niños y moradores se exponen a diario a caer al río.
“Este año escolar me siento muy angustiada, temo que los padres no manden a los niños para no exponerlos al peligro”, lamenta Josefina.
Otras necesidades
Los baños de la escuelita no tienen puertas ni inodoros. Dos rústicos hoyos de cemento (uno de ellos cubierto con una cubeta), les funcionan como tal.
“Ese será nuestro proyecto como escuela este año, terminar los baños aunque sea pidiendo en la calle”, expresa.
Josefina comenta que, ante la situación, aceptan cualquier ayuda, desde uniformes y medicamentos hasta materiales de construcción.
A las autoridades, les ruega arreglar el puente y construir una verja alrededor del centro. “La pared del frente se construyó para que el río no penetrara a la escuela, lo que ocurría cada vez que subía, pero el resto de la escuela se encuentra desprotegida. Necesitamos una verja-pared que nos proteja de la delincuencia, para que los niños y el personal se sientan seguros”. Si desea colaborar con la escuelita, llame a Josefina al 829.222.0468.