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domingo, 26 de agosto de 2012
El seguir a Cristo
En el Evangelio de hoy (San Juan 6, 60-69), se nos narra cómo muchos de los discípulos que seguían a Jesús deciden dejarlo y no continuar con él debido a la forma dura de él hablar y referirse a las diferentes situaciones.
Esa actitud de los discípulos no era nueva en el comportamiento del pueblo judío ya que desde el Antiguo Testamento, tras Yahvé haberlos liberado de la esclavitud egipcia muchos decidieron criticarlo y acusarlo, alegando que mejor hubiese sido que los dejaran como esclavos, pero luego de Yahvé haber tenido misericordia de ellos, volvieron a creer en él, reconociéndole y aceptándolo como su único Dios.
Muchas veces nosotros, al igual que los primeros discípulos de Jesús, hemos pensado que ser cristiano es llevar una vida de alegría y felicidad sin la presencia de ningún tipo de problemas o malos momentos, o sea, “ser un cristiano light”, y ¡qué errados estamos!, pues seguir a Cristo implica seguirlo con nuestras cruces de cada día, aceptando y amando su voluntad, ya que sus planes son perfectos.
Recuerdo una vez haber cuestionado al Señor debido a la muerte a destiempo de un gran amigo, quien apenas tenía 27 años de edad, pero meses más tarde asistí a mi cursillo de cristiandad y tuve la suerte de encontrarme muy íntimamente con Jesús, ese amigo que nunca falla y en el mismo aprendí las herramientas para poder conocerlo, también para conocerme a mí mismo y a mis hermanos, y desde ahí he aprendido que cuento con Jesús en mi vida, quien me fortalece y consuela como jamás nadie puede ni podrá hacerlo.
Este seguimiento a Jesús me ha ayudado a sobrellevar algunos de los acontecimientos más difíciles de mi vida, como fueron los problemas de salud de mi padre, la muerte de mi primer hijo a las 12 horas de nacido y más recientemente el período de agonía y muerte de mi padre, ya que en estos he sentido su presencia, enseñándome a aceptar y a amar su voluntad.
Por eso le doy gracias a Dios, por haberme ayudado a cambiar y por tenerlo a él siempre como centro de mi vida, y con la plena confianza de que así como me hizo cambiar también a muchos hermanos les hará cambiar, con la finalidad de poder lograr un mundo mejor y que esté más acorde con su plan de salvación.
¡Dios les bendiga!