Por Ramón Antonio- Negro -Veras.
En un ordenamiento social como el que predomina en nuestro país, la responsabilidad del padre o de la madre no se limita a la manutención, educación y formación de sus vástagos, sino que se extiende más allá de su niñez, juventud y adultez.
El deterioro que exhibe hoy la sociedad dominicana impone de parte de los padres mayor atención que ayer. Diferentes fenómenos nocivos han hecho acto de presencia en nuestro medio social.
Por mucha preocupación que el o la cabeza de la familia manifieste ante sus descendientes, está expuesto a ver trastornado el seno familiar de un momento a otro. La dinámica de la vida dominicana de hoy hace vivir al padre y a la madre situaciones muy, pero muy difíciles.
Siempre viví con la creencia de que en todo lo relacionado con el comportamiento de mis hijos, no tendría ninguna clase de problemas que pudieran perturbarme porque sabía como se habían formado en el hogar, su actitud ante sus profesores, y la responsabilidad como habían asumido su forma de proceder en el medio social en el cual habían nacido y desarrollado.
Siempre he dicho que mis hijos no son santos ni demonios, que por la orientación que recibieron en su hogar no pueden fallar en su comportamiento como hombres de bien, y cualquiera de ellos que se salga de los lineamientos de conducta que recibieron, de seguro que me va a tener de frente como hombre y como papá. Mis hijos saben que no tolero ninguna acción que vaya en contra de lo que ha sido el código de conducta familiar.
Aquellas personas que conocen mi origen social están conscientes de que tengo un gran sentido de la dignidad, que no soy un hombre dado a la zalamería, a estar de carantoñero, halagador gratuito u obsequiso por oportunismo.
Provengo de un hogar en el cual se me educó en honrar la palabra dada. Para mí la mentira, el cuento, el engaño, la falsedad, el artificio y la patraña no acompañan al ser humano sano, limpio y decente.
He dicho, y así lo creo, que la vida me ha dado más de lo que le he pedido, pero también me ha puesto a prueba desde mi niñez hasta ahora, cuando ya me estoy moviendo dentro de los privilegiados de la llamada tercera edad.
Solamente aquellos amigos, amigas y familiares cercanos saben que no me gusta recurrir a nadie para que me resuelva un problema, sin importar de la naturaleza que sea. A las personas de mi entera confianza las tengo para servirles, hacerles pasar momentos agradables, compartir sus alegrías y sus penas. La solidaridad es para mí un asunto de principio, de la esencia de mi concepción ideológica, la cual voy a sostener y practicar mientras forme parte del mundo de los vivos.
Sin ceder en lo más mínimo en mi dignidad, predicamento, decoro personal y político, en nombre de que la tentativa de asesinato contra mi hijo Jordi, no quedara en el aire, me he visto en el deber, como padre, de tocar la puerta de muchas instituciones del Estado dominicano, al frente de los cuales me he encontrado con funcionarios que me han recibido y escuchado con todo respeto, han hecho causa común con mi dolor, y en todo momento han mantenido extendida hacia mi la mano solidaria.
Pero también he tocado otras puertas oficiales las cuales me han sido abiertas, pero en su interior me he encontrado con representantes que, aunque han simulado lamento por el caso de mi hijo, mío y de mi familia, nada hicieron para descubrir el caso, y hoy no han demostrado interés para que no se contamine.
No estoy formado para acumular rencores, ni tengo espacio en mi corazón para guardar odios. A todos aquellos que han sido consecuentes y solidarios en el caso de mi hijo Jordi, los tengo en un lugar especial. A los difamadores los desprecio; aquellos que estando al frente de instituciones y órganos del Estado y se han comportado con simulación, fríos o indiferentes, no los censuro porque no han hecho otra cosa que reaccionar conforme a su conciencia o prejuiciados desde el punto de vista político. No olvido que he incidido en la vida política social del país accionando y exponiendo criterios que no son del agrado de los que se sienten mal ante aquellos que defienden con coherencia y firmeza sus ideas sin buscar nada material.
Lamentablemente, el atentado contra mi hijo Jordi ha ocurrido en una coyuntura de la vida social y política del país en la cual muchas personas se han formado con la cultura de “nada es nada, todo es todo”, “no me importa lo de nadie si no me afecta a mí”, “más allá de mí y los míos, que entre el mar”. En sí, se ha perdido parte de aquel sentido de la solidaridad con la cual nos formamos la generalidad de los que nacimos hace cincuenta años o más. Pero, esa es la realidad, y las cosas son como son, y no de otra manera.
Darle seguimiento al caso de mi hijo Jordi, es una responsabilidad mía como padre, la cual no me resulta difícil cumplir porque desde niño he estado inclinado en forma reverente ante la responsabilidades que me mande la vida, sin importar que sea en los estudios, en el trabajo o como simple ciudadano.
Como todos los fenómenos sociales, la acción criminal contra mi hijo Jordi, ejecutada por una asociación criminal al servicio del crimen organizado en la modalidad de sicariato, la he asimilado con sentido dialéctico: el hecho doloroso, negativo, del atentado en la persona de Jordi, tiene su lado positivo porque ha servido para despertar la conciencia cívica del país, puso en tensión a las autoridades, se han profundizado los mecanismos de investigación ante la criminalidad organizada, y a mí familia y a mí, el Caso Jordi nos ha permitido saber dónde están nuestros amigos nacionales y extranjeros, y hasta qué punto llegan mis adversarios y los indolentes de esta sociedad.
Es posible que ni mis propios hijos tengan una idea de lo que ha significado para mí lo ocurrido a Jordi el día 2 de junio de 2010, al momento de llegar al Canal 25, en la ciudad de Santiago de los Caballeros, a cumplir con compromisos laborales como comentarista y analista de televisión, siendo atacado por un sicario integrante de una banda al servicio del crimen organizado.
Me he dispuesto escribir estas experiencias vividas en el Caso Jordi, pensando principalmente en los padres y las madres que con su propio esfuerzo han levantado su familia.
En verdad, no quisiera que ningún padre o madre se vea en la necesidad de transitar el tortuoso camino que me ha correspondido recorrer con una carga pesada encima de mi cuerpo y conciencia, con el convencimiento de que no puedo detenerme ni dar marcha atrás; debo continuar adelante sin pensarlo dos veces. La responsabilidad es mía, soy el escudo de mis hijos, y no permitiré que nadie me agreda a uno cualquiera de ellos. Estoy formado contra las injusticias y no las acepto contra ningún ser humano, sin importar que se ejecute contra uno de mis hijos, o un desconocido.
En mi temperamento, en mi formación personal, no caben los lamentos, las quejas, la tristeza, ni el desconsuelo. He vivido enamorado de la vida y de la libertad, y por ellas he luchado desde los primeros años de mi existencia; quiero morir alegre, gozoso, con el convencimiento del deber cumplido ante la sociedad, y con el asunto de mi hijo Jordi, no puedo manifestar gemidos ni nada de pesar.
Los padres y las madres responsables deben vivir con la creencia firme de que en nombre de defender el honor y el respeto de sus hijos, no pueden escatimar esfuerzos.
En mi vida me había visto en situaciones sumamente difíciles, ya en centros de torturas, en prisión o simplemente perseguido por cuestiones políticas, pero sabía en lo que estaba, y las consecuencias que entrañaban mi accionar ante los organismos represivos del Estado. Pero en el caso de mi hijo Jordi la situación ha sido totalmente diferente; a mis hijos siempre he tratado de mantenerlos al margen de mis compromisos políticos en el país y en el extranjero.
Por mi mente nunca pasó la idea de que tuviera que valerme, depender de algo de mi interés del trabajo realizado por la Policía Nacional o el Ministerio Público, porque siempre fui un perseguido y atropellado por esos dos organismos del Estado dominicano.
Pero hoy puedo decirlo con toda sinceridad, que el caso de mi hijo, me ha llevado a confiar en el trabajo de investigación de la Policía Nacional y la fiscalía de Santiago, para descubrir a los que quisieron asesinar a Jordi.
Muchos de los altos oficiales de la Policía Nacional, y la Magistrada Yeni Berenice Reynoso, son testigos directos de los momentos amargos que he tenido que pasar desde el momento del atentado a Jordi, hasta ahora.
No transcurrían dos horas en el día sin que me comunicara con uno cualquiera de los oficiales que se movían, en la capital y Santiago, atendiendo en forma permanente, en el proceso investigativo; ellos siempre estaban a mi alcance por teléfono o directamente cara a cara.
Fruto de esa permanente comunicación, por su dedicación y profesionalidad para descubrir a los asesinos, con los oficiales policiales y agentes que trabajaron en el caso de mi hijo Jordi, he mantenido con ellos una comunicación y relación de distinción, respeto y sincero agradecimiento.
En distintas oportunidades había dicho, por diferentes medios de comunicación, que la Policía Nacional tenía que ser totalmente cambiada, reteniendo de ella a los oficiales y clases que servían.
Por feliz casualidad, en el caso de mi hijo Jordi, me tocó compartir en todo el proceso de investigación, con oficiales policiales que para mi representan esa parte a retener en el organismo policial al momento de llevar a cabo una total transformación.
Nunca olvidaré los momentos difíciles que viví en el curso del proceso previo al descubrimiento de los responsables de la tentativa de asesinato contra Jordi. El equipo designado por la jefatura de Polanco Gómez, para darle seguimiento al asunto, le dedicó horas y horas hasta llegar a feliz término, en unión con la fiscalía de Santiago, las pesquisas.
He aprendido que a los seres humanos la vida puede cambiarle en un santiamén por un hecho que no es el resultado de un acto suyo, ni de uno de sus seres queridos, sino de un extraño al círculo familiar y de amistad.
He expuesto el criterio anterior porque hasta el día 2 de junio de 2010, fecha de la tentativa de asesinato contra mi hijo Jordi Veras, mi vida la desarrollaba normalmente, sin más preocupaciones que aquellas que en el orden político y social han ocupado y seguirán ocupando mi atención durante todo el curso de mi existencia.
Pero el atentado contra Jordi, ha motivado una completa transformación en el accionar de mi vida. Este acto criminal de que fue víctima mi hijo, cuando ya estoy rondando los setenta y cuatro años de edad, me ha obligado a comportarme, física y mentalmente, como si tuviera veinte años de edad, por las horas y horas que he tenido que dedicarle a la atención del caso desde el mismo instante que tuve conocimiento del mismo, y así será hasta que concluya con una sentencia irrevocable el asunto ante los tribunales.
Angustia, aflicción, momentos amargos de todo tipo los pasé durante el tiempo que el atentado permaneció sin ser descubiertos los autores. Toda clase de conjeturas y perversidades se anidaron en los cerebros letrinos, y los difamadores y malvados pusieron a circular las más bajas y sucias argumentaciones con relación a las causas que habían motivado el hecho criminal frente a Jordi.
Cuando hago referencia a los difamadores y malvados, pienso en aquellos que, precisamente en el instante que mi hijo Jordi se encontraba en el quirófano de una clínica en la ciudad de New York, mientras un equipo de médicos le limpiaba de su cara las partículas de la bala que le penetró por el pómulo izquierdo y le destruyó el huesillo que le sostenía su nariz, así como el nervio óptico del ojo derecho, en ese mismo momento un grupo de vagabundos y sinvergüenzas, estaban repartiéndose el dinero que habían recibido, de manos de quien pagó para asesinar a mi hijo, con el fin de confundir a los investigadores, contaminar la investigación y servirle de soporte a la campaña mediática que se inició el día 9 de junio de 2010, con espacios pagados en dos diarios de circulación nacional, uno matutino y otro vespertino.
Hicieron su trabajo los sicarios morales que difundieron las mentiras contra Jordi y contra mí. En nuestro medio social, como bien lo dijo en su oportunidad el finado Profesor Juan Bosch, “el chisme es una industria”.
Debo aclarar que no me he sentido mal con quien pagó la sucia campaña contra Jordi y contra mí, pero sí contra aquellos que decían ser mis amigos o me expresaban amistad. Pura y simplemente, tuvo más peso la mercancía dinero, que la falsa amistad que habían fingido tener hacia mí.
El tiempo fue mi mejor aliado ante los difamadores. La realidad demostró que los infundios, las mentiras que organizaron y difundieron se estrellaron con los hechos una vez fueron descubiertos aquellos que planificaron y ejecutaron la tentativa de asesinato contra Jordi. Se comprobó que, como decía mi difunto amigo Onelio Espaillat Campos, “los hechos son los hechos y no se derriten”.
Por encima de los canallas, pícaros y bribones, bandidos y sinvergüenzas, que haciendo el trabajo sucio de sicarios morales contra Jordi y contra mí, tengo fijo en mi memoria a lo mejor de nuestro pueblo que se volcó en solidaridad con Jordi y toda su familia.
A los pocos segundos de Jordi resultar herido, tuvo a su lado a su compañero de trabajo Randi Ortiz, y a un joven que en ese momento caminaba por el lugar de los hechos –y que he llamado El Samaritano-, quien en compañía de Randi llegó hasta la clínica con mi hijo.
Para mí y mi familia resultó un profundo respiro el efectivo trabajo de la fiscalía de Santiago, con la Magistrada Yeni Berenice Reynoso al frente y con la eficiente colaboración de la Jefatura del General Polanco Gómez, cuando finalmente fue descubierta la asociación de criminales que unificó criterios para asesinar a Jordi.
En todo momento he reiterado mi agradecimiento y el de mi familia al Presidente de la República, doctor Leonel Fernández Reyna, por la solidaridad que me ha manifestado en el caso y su interés de que la tentativa de crimen contra Jordi fuera investigada y descubierta.
No olvidemos que el crimen contra Jordi fue ejecutado por una compañía que tenía como principal operación comercial matar por encargo, de la cual formaban parte civiles y policías activos y retirados.
Pero mi calvario no ha terminado con el apresamiento, mantenimiento y envío a prisión de los que fraguaron y ejecutaron el acto criminal contra Jordi, sino que se ha mantenido. He tenido que continuar dándole seguimiento a todo el curso del proceso, moviéndome en diferentes escenarios para que el proceso no se detenga, no sea contaminado por los acusados y sus colaboradores pagados y cómplices gratuitos.
Porque estoy convencido de los medios y recursos de que dispone la asociación de criminales que tienen por especialidad pagar para matar, y matar por encargo, es que, aún a costa de mi salud y tranquilidad espiritual, me mantengo en tensión, y así me voy a mantener mientras pueda pensar y actuar. No voy a escatimar ni mis horas de sueño ni mi reposo espiritual.
Si en distintas oportunidad he puesto en riesgo mi vida y la de mi familia defendiendo la libertad y la seguridad de seres humanos a los cuales nada afectivo me liga, por qué no jugármela por mi hijo, mi familia y a la vez para que lo mejor de la sociedad dominicana no viva arrodillada ante el crimen organizado.
Si el contenido de este escrito puede servirle de algo a los padres de familia del país, me siento bien.
Con estas líneas he querido enviar un mensaje a los padres y a las madres para que sepan que en cualquier momento la criminalidad puede llegar a su hogar y trastornarle la tranquilidad espiritual, por un hecho ocurrido con independencia de la voluntad del círculo familiar.