Dr. Frank Espino.
“Las lágrimas fueron puestas por Dios en los ojos para deshacer las penas del corazón” José María de Pereda(Novelista español)
¡Qué pena y qué dolor se siente al ver como se desperdician vidas humanas! ¡Más pena y tristeza, cuando precisamente, son vidas jóvenes que se pierden!
En el reciente accidente que costó la vida de 7 personas en Santiago, en la madrugada del domingo 18 de marzo 2012, en avenida 27 de Febrero, nos confirma lo que siempre hemos expresado. ¡Los jóvenes, no saben el valor de la vida! ¡No pueden nunca imaginarse el dolor, el sufrimiento y el pesar de sus familiares cuando ocurre un accidente como el citado, sobre todo cuando hay muertes!
No podemos hacer leña del árbol caído, pero las crónicas periodísticas informan que en el accidente, la velocidad fue un elemento que tuvo una parte importante del mismo, donde el marcador de velocidad se quedó frisado y marcó 140 kms. por hora. Velocidad esta, que aun en grandes autovías es un desafío a la muerte. Otro elemento envuelto en la tragedia, fue la ingesta de alcohol, según describieron las autoridades. Se suma también la falta de iluminación de la avenida 27 de Febrero de Santiago.
Como ven hay varios aspectos que envuelven accidentes de autos. La tozudez de los conductores. Las bebidas alcohólicas y la mala iluminación de avenidas y calles de una ciudad tan importante como Santiago.
¡Todos los accidentes no son evitables, pero son prevenibles en un por ciento elevado! Se previene cuando la sensatez sea parte de los conductores. Cuando las autoridades tengan una adecuada vigilancia de velocidad y de la mezcla de alcohol, drogas, cuando se conduce. El Estado ofrece poca por no decir ninguna garantías, por lo mal tratadas que están nuestras autopistas, avenidas y calles, sin una buena iluminación, sin señalización, y sin la supervisión adecuada, y mucho menos en hora nocturna.
En un artículo que escribimos el 16 de enero del 2008, el cual titulamos “Accidentes automovilísticos en jóvenes: ¿A quién culpar? Citaba lo siguiente: “¿Qué impulsa a esos jóvenes exponerse a la muerte tan tontamente cuando apenas “empiezan a vivir? “¿Cuáles son los horarios donde más ocurren estos accidentes? ¿Qué tipos de vehículos son los más vulnerables? ¿Qué tan permisivos son los padres con estos jóvenes? ¿Cómo influyen nuestras carreteras, avenidas, calles, señalizaciones de tránsito en estos accidentes?”
Conmovido como ahora de estas pérdidas humanas, vidas jóvenes escribí: “¡Qué triste es ver jóvenes destruyendo sus vidas en accidentes automovilísticos! ¡Pérdidas irreparables en pleno ejercicio de sus años intelectuales y productivos! ¡Cuánta inversión perdida! Cuantos sueños, cambios y promesas no cumplidos!”
No hemos visto, un estudio de conciencia de las autoridades, de una educación a los conductores, ni tampoco corrección de los factores que inducen a los accidentes de autos. Concluyo esta vez, como lo hice con el artículo citado y publicado en esta misma columna hace 4 años: “¡Qué tristeza ver a sus padres cuando derraman sus lágrimas sobre los cadáveres de sus hijos! ¡Qué pena da, ver hermanos (as) amigos, novias(os) familiares y relacionados cuando contemplan inertes aquellos que estuvieron entre ellos compartiendo muchos momentos en sus vidas!
¡Profesores, instituciones académicas, compañeros de labores, intentan buscar explicaciones cuando hay pérdidas de vidas, y se preguntan: ¿Qué pudo suceder?”
¡Todos debemos poner de nuestros medios, para que la muerte no llegue a los hogares dominicanos a través de accidentes automovilísticos evitables!
El autor es médico, escritor y profesor universitario.