Manuel Hernández Villeta
La Iglesia Católica es un faro de luz, del cual todos quieren estar cerca. Todos se sienten bien con sus pastorales, y en público o en privado la generalidad la apoyan.
Lo malo es que nadie cumple con las peticiones de esas pastorales. Nadie las convierte en realidad, la lleva a la práctica. Pasa con la Pastoral de La Altagracia, la de fin de año y ahora con la de la Independencia.
La Iglesia Católica habla claro, jalando las greñas a los políticos sobre los gastos millonarios que se están haciendo en la campaña electoral. No hay institución que pueda frenar ese despilfarro.
La Junta Central Electoral para esos y otros fines tiene las piernas de gelatina, y la voz ronca. Como nadie tiene fuerzas para controlar los gastos, el límite lo pone la existencia de los fondos económicos.
Apoyamos el pronunciamiento de los Obispos, porque es una gran preocupación de los dominicanos que para sacar a un Presidente de la República hay que incurrir en tantos gastos.
Los candidatos no son los principales culpables. Ellos tienen que trabajar donde no hay orden y reglas de juego. Nadie tiene control institucional de lo que se debe gastar en una campaña.
Respetar un límite de gastos es ponerse una soga al cuello, y que el vecino más próxima le de una patada a la silla. Cuando estamos en la etapa caliente de las elecciones, nadie se pueda cruzar de brazos para gastar menos.
De ahí lo trascendental de la Iglesia Católica y su pastoral. Es una voz que no va a encontrar eco en el desierto. El hombre de hoy está más pensando en quién puede ganar, o qué le puede tocar en la próxima caravana, que en esos devaneos religiosos e intelectuales.
Y ahí está el peligro. No hay reglamentación institucional de las campañas, y cada cual debe establecer sobre la marcha su propia regla de juego.
De rodillas y dándose golpes en el pecho, todos están de acuerdo en la importancia del mensaje de la Iglesia, pero nadie lo cumple. Lo importante es bajar los gastos excesivos en la campaña electoral.
En la Repúblcia Dominicana hay mucha hambre, mucha marginalidad, mucho analfabetismo, y en crear las bases del desarrollo se debe dedicar la mayor cantidad de fondos.
Necesitamos dinero para edificar escuelas, modernizar hospitales, hacer frente al déficit habitacional, y sobre todo, en preparar un futuro mejor para todos los dominicanos.
Una voz que clama en el desierto, es la Pastoral de la Iglesia, escuchada y apoyada por todos, pero ignorada y no prácticada por nadie. Amen