Juan Rojas.
La Biblia es el libro que contiene el Mensaje de Dios para la humanidad. Tiene la particularidad de que es el libro con más traducciones en el mundo, y es el más distribuido, además de que no sólo es el libro más vendido, es el número uno de todos los éxitos durante todos los tiempos.
Según las afirmaciones del Teólogo: Albert Barnes, del siglo XIX, “Este libro ha suscitado más hostilidad que ningún otro, sin embargo ha sobrevivido a todos los ataques que el poder, el talento o la elocuencia han lanzado contra él”. Según Barnes, La gente muestra un interés natural por todo lo que ha aguantado, repetidos embates como un ejército, como una fortificación o una gran roca, “Pero ningún ejército ha sobrevivido jamás a tantas batallas, como La Biblia Ninguna fortificación ha soportado tantos asedios y se han mantenido tan firmes en medio de los truenos de guerra y los estragos del tiempo, ninguna roca ha sido barrida por tantas corrientes y se ha mantenido inconmovible como La Biblia”.
Muchos escritos antiguos se han perdido o han caído en el olvido y se han destruido, en cambio la Biblia ha resistido los más fieros ataques. Mientras unos han luchado a riesgo de su propia vida, para poner esta colección de textos al alcance de las grandes mayorías, otros se las han arrebatado de las manos, a los lectores ávidos de conocimientos y han sido quemados en público, tanto La Biblia, como quienes han sido encontrados con ella en su poder.
Esta colección de libros, conocida como La Biblia o las Santas Escrituras, fue escrita en un período de más de mil seiscientos años. La primera parte fue redactada por Moisés, la segunda parte fue escrita alrededor de Cien años, después del nacimiento de Jesucristo. Los intentos por silenciar esta gran obra inspirada por Dios, tiene una larga historia, desde antes de nuestra era, pasando por la edad media, hasta el presente. Uno de esos episodios, data de los tiempos del profeta Jeremías, quien vivió seis siglos antes del nacimiento de Jesucristo.
Este Profeta llamado Jeremías, fue mandado por Dios, para que escribiera en un rollo, un mensaje en el que condenaba la conducta de los habitantes de la antigua Judá y les advirtiera que su ciudad, que era la capital de Jerusalén, sería destruida si no se volvían de su mal camino. Baruc, el secretario de Jeremías, entró en el templo de Jerusalén y leyó el rollo en voz alta, para los oídos del pueblo, después lo leyó en presencia de los príncipes de Judá, quienes llevaron el rollo al rey: Jehoiaquim. Disgustado por el mensaje que oyó, el monarca rasgo el rollo en pedazos y los arrojo al fuego, (Jeremías 36: 1-36). Dios ordenó a Jeremías: “Toma para ti, otro rollo y escribe en el, todas las primeras palabras que resultaron estar en el primer rollo, que Jehoiaquim, el rey de Judá quemo”. (Jeremías 36:28).
Diecisiete años más tarde, tal y como lo había anunciado Dios, a través de su profeta, Jerusalén fue destruida, un gran número de sus dignatarios fueron muertos y sus habitantes fueron llevados al exilio en Babilonia. Tanto el mensaje de aquel rollo, como el relato del ataque de que fue objeto, Subsisten en el libro bíblico de Jeremías.
Jehoiaquim, no fue el único personaje de tiempos precristiano, que trató de quemar la palabra de Dios. Tras la división del imperio Griego, Israel cayó bajo el dominio Seleucida, uno de los reyes de esta dinastía, Antioco Epifanes, (quien gobernó desde 175 hasta 164 años antes de nuestra era), vio en la cultura Griega, o Helenística, un vínculo de unión de su imperio, por este motivo trató de imponer, la religión, las costumbres y los usos Griegos a los Judíos. Durante 168 años, este monarca saqueó el Templo de Dios y levantó sobre el altar original, uno dedicado al dios Griego Zeus.
Hasta la victoria siempre.