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lunes, 6 de febrero de 2012

La biblia en su casa.

El rey Salomón reunió luego en Jerusalén a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los ancianos de las familias israelitas, para trasladar el Arca de la Alianza de Yavé que estaba todavía en la ciudad de David, llamada Sión.
LA CONSAGRACIÓN DEL TEMPLO

Todos los israelitas se reunieron en torno a Salomón para la fiesta de las Tiendas; era el mes de Etanim, el séptimo mes del año.
Cuando llegaron los ancianos de Israel, los sacerdotes efectuaron el traslado del Arca.
Hicieron que subiera el Arca de Yavé como también la Tienda de las Citas y todos los objetos sagrados que se encontraban en la Tienda.
El rey Salomón y toda la comunidad de Israel reunida a su alrededor estaban allí delante del Arca. Ofrecieron sacrificios de ganado menor y mayor en tal cantidad que era imposible contarlos.
Los sacerdotes trasladaron el Arca de la Alianza de Yavé a su lugar, en la pieza más santa de la Casa, el Santo de los Santos, debajo de las alas de los Querubines.
Los querubines extendían sus alas por encima del sitio donde se ubicaba el Arca y así cubrían el Arca y sus andas.
En el Arca no hay nada más que las dos tablas de piedra que Moisés colocó allí en el Horeb, cuando Yavé pactó la Alianza con los israelitas cuando salieron de Egipto.
Cuando los sacerdotes salían del Santo, la nube ocupó la Casa de Yavé.
Los sacerdotes no pudieron continuar su servicio litúrgico debido a la nube, porque la Gloria de Yavé ocupaba toda la Casa de Yavé.
Entonces Salomón declaró: "Yavé dijo que habita en la nube;
lo que yo he construido es pues la Casa donde tú moras, el lugar donde tú residirás para siempre".


Salmo
Sal 132, 6-7; 8-10


Hemos sabido que el Arca está en Efrata, la encontramos en los campos de Jaar. Entremos, pues, en su morada, postrémonos ante la tarima de sus pies.


¡Levántate, Señor, y ven a tu reposo, tú y el Arca de tu fuerza! ¡Que tus sacerdotes se revistan de justicia y tus fieles griten de alegría! Por amor a David, tu servidor, no apartes la cara de tu ungido.



Evangelio
Mc 6, 53-56
Terminada la travesía, llegaron a Genesaret y amarraron allí la barca.
Apenas se bajaron, la gente lo reconoció
y corrieron a dar la noticia por toda aquella región. Empezaron a traer a los enfermos en sus camillas al lugar donde él estaba,
y en todos los lugares adonde iba, pueblos, ciudades o aldeas, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que les dejara tocar al menos el fleco de su manto. Y todos los que lo tocaban quedaban sanos.