La Conferencia del Episcopado ha dado a conocer su Carta Pastoral correspondiente a enero con motivo del Día de La Altagracia. Es su tradicional reflexión donde se expone el pensar de la Iglesia Católica sobre la realidad nacional, los Obispos dominicanos afirman que la gran crisis moderna es humana y moral.
Indican los Obispos que la humanidad se siente muy preocupada por la gran crisis económica y financiera, alimentaria y política. Sostienen que “nosotros en cambio, sin negar lo anterior, proclamamos que la gran crisis moderna es humana y moral, el verdadero origen y causa de la crisis que señalan y que tanto inquietan hoy”. Agregan que “esa crisis se ha ido enquistando en el alma nacional”. Y es causa de la violencia contra la mujer y la familia, de la precariedad de los salarios y de los servicios básicos para todos, la dimisión de su deber educativo por parte de la familias, de la escuela y de los medios de comunicación social, la mediocridad de muchos políticos, la corrupción rampante”.
La reflexión no puede ser más abarcadora y contundente, al tiempo de ofrecer una comprensión de lo que está pasando en la vida nacional. Sin embargo, tan profunda y certera visión de lo que acontece, debe complementarse con la consideración de que la vacuidad de los valores morales y humanísticos en el alma nacional, tiene como antecedente la vigencia absolutista en el mundo del “ libre mercado “que determina el reinado de lo que el Papa Juan Pablo II llamó el “capitalismo salvaje”, el cual sustituye los valores humanos por la competitividad, el dinero, el consumismo, la maximización de la rentabilidad, el cálculo de las utilidades, la acumulación de la riqueza, el afán de lucro y la avaricia como criterios de verdad absoluta de la vida humana.
Esas distorsiones filosóficas que vacían al hombre de la moral y de lo humano, también reducen la autoridad y capacidad del Estado como regulador del orden social, haciendo que el mismo favorezca la desregulación de los agentes económicos para facilitar su afán de lucro y la voracidad de los consumidores en demandar bienes y servicios que responden a necesidades desenfrenadas e irracionales que emanan del mercado, pero desconectadas con las reales necesidades para la vida.
Estado y Mercado
Es esa institucionalidad del mercado, que llevada a su extremo como cualquier otro “fundamentalismo”, la que pone en operación las fallas propias del concepto de la “economía perfecta de mercados” e induce a la perdición moral y humana de los hombres y los sistemas sociales , que hoy viven la crisis global de la que muy bien nos hablan nuestros Obispos.
La conclusión, como estrategia de solución temporal de nuestra crisis, tal como la describe la Carta Pastoral, tiene que dirigirse a la recuperación del Estado como autoridad reguladora del mercado para que la sociedad privada se desarrolle y tengamos “una nación sana, fraterna, justa y equitativa”.
¡Amén!