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lunes, 9 de enero de 2012

El noveno principio: La no interferencia de la religión en la política

Zorayda Aybar


El mejoramiento del mundo puede ser logrado por medio de hechos puros y hermosos, por medio de una conducta loable y correcta. Bahá'u'lláh

“En su conducta en la vida, el ser humano actúa por dos motivos principales: “La esperanza en la recompensa”, y “el temor al castigo”.
Consecuentemente, esta esperanza y este temor deben ser tomados en muy cuenta por aquellos que poseen autoridad y ocupan cargos de gobierno. Su tarea en la vida es la de consultar entre ellos para estructurar las leyes y procurar su justa administración.
La tienda del orden en el mundo se levanta y establece sobre los dos pilares de “Recompensa y Retribución”.
En los gobiernos despóticos, conducidos por personas carentes de la fe divina, donde no existe el temor a la retribución espiritual, la ejecución de las leyes es tiránica e injusta.
No existe mayor prevención para la opresión que estos dos sentimientos, esperanza y temor. Ambos tienen consecuencias políticas y espirituales.
Si los administradores de la ley tomaran en consideración las consecuencias espirituales de sus decisiones y siguieran la guía de la religión, “serían los agentes divinos en el mundo de la acción, los representantes de Dios para quienes están en la tierra, y defenderían, por el amor de Dios, los intereses de sus siervos como defenderían los suyos propios.” Si un gobernante comprende su responsabilidad, y teme desafiar la Ley Divina, sus juicios serán justos. Sobre todo, si cree que las consecuencias de sus actos le seguirán más allá de su vida terrenal y que “así como siembre así cosechará”, tal persona, sin duda, evitará la injusticia y la tiranía.
Si, por el contrario, un funcionario pensara que toda la responsabilidad de sus actos termina con su vida terrenal, sin conocer ni creer en absoluto en los divinos favores y en el reino espiritual de la felicidad, carecerá de incentivo para obrar con justicia y equidad. ¡Observad qué importante es que los ministros de Estado sean iluminados por la religión!
Sin embargo, ¡los clérigos no tienen nada que hacer con las cuestiones políticas! Los asuntos religiosos no deberían confundirse con la política, en la condición actual del mundo (pues sus intereses no son los mismos).
La religión concierne a los asuntos del corazón, del espíritu y de la moral.
La política se ocupa de las cosas materiales de la vida. Los maestros religiosos no deberían invadir el campo de los políticos; deberían preocuparse de la educación espiritual de la gente, deberían dar siempre buenos consejos a las personas, tratando de servir a Dios y a la raza humana; deberían esforzarse por despertar la aspiración espiritual, y tratar de aumentar el entendimiento y el conocimiento de la humanidad, de mejorar la moral y de incrementar el amor a la justicia.
Esto está de acuerdo con las Enseñanzas de Bahá'u'lláh. En el Evangelio también está escrito: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.”
En Persia hay algunos de los más importantes ministros de Estado que son religiosos ejemplares, veneran a Dios, y temen desobedecer Sus Leyes; juzgan con justicia y gobiernan a sus pueblos con equidad. En esa tierra hay otros gobernantes que no tienen temor a Dios ante sus ojos, que no piensan en las consecuencias de sus actos, y que sólo trabajan para satisfacer sus propios deseos, y son ellos los que han arrastrado a Persia a la mayor tribulación y dificultad.. .