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domingo, 22 de enero de 2012

El mensaje de los Obispos en ocasión de nuestra señora de la Altagracia


Todo bautizado participa de la triple función de Cristo como Sacerdote, Profeta y Rey.

La Iglesia, como continuadora de la misión de Cristo en este valle de lágrimas que es la sociedad dominicana de hoy, tiene la obligación de levantar su voz contra la corrupción, la violencia institucionalizada en la mala distribución de las riquezas que Dios nos dejó para todos, no para un grupito de “comesolos” engreídos y prepotentes que manejan la “cosa pública” como si fuera un botín político o una finca personal.

Si para muestra un botón es suficiente, que se tome en cuenta la irresponsabilidad que representa no invertir por casi 10 años el 4% del Producto Interno Bruto en educación.

Así podemos hablar de una década perdida en educación por no invertir los recursos que se acordó invertir por Ley.

Pensemos en la irresponsabilidad que representa haber entregado unos US$900,000,000.00 de dólares en subsidios a las generadoras privadas en el año 2011.

¿Cómo se explica que el dinero que nos pertenece a todos se entregue irresponsablemente a grupos privados?

Está claro que esto es una tremenda irresponsabilidad social, pero es peor si tomamos en cuenta que éste y otros subsidios en bono gas, bono luz, cajitas navideñas y nominillas que no son más que botellas políticas, se hacen a base de endeudar a las presentes y futuras generaciones.

¿Dónde está el origen de todas estas malas prácticas?

El origen de todo esto, tal como lo señalan los obispos en su carta pastoral, está en la pérdida de los valores éticos y morales.

Lo peor que le puede pasar a un individuo, a una familia y a una sociedad es perder la noción del bien y del mal.

Creo que las autoridades dominicanas que nos gobiernan hoy se han situado por encima del bien y del mal.

Se olvidaron de que lo único que justifica y legitima que unos tengan autoridad y otros obedezcamos es que esas autoridades se conviertan en guardianes de los derechos de los ciudadanos y que a su vez los ciudadanos asumamos la responsabilidad de cumplir las leyes y normas que rigen la vida en sociedad.

Ojalá que escuchemos la voz de los obispos y nos dispongamos a un cambio radical de conducta.