Dr. Joan Antoni Mateo.
Hace un par de años, por estas fechas, publiqué en este blog un breve artículo titulado “Aplaudiendo la muerte". Comentaba con tristeza el lamentable aplauso con que una mayoría parlamentaria celebraba la deplorable ley que erigía el aborto en “derecho". Hoy la casi totalidad de los que aplaudían han sido apartados del poder. Sic transit gloria mundi. En mi escrito decía: “Las leyes se hacen y se deshacen. La actual ley del aborto no deja de ser consecuencia de una mentalidad que lentamente ha abierto brecha en la conciencia de gran parte de nuestra sociedad, aunque los últimos sondeos indican que la mentalidad a favor de la maternidad y la vida va avanzando a pasos decididos. Se trata precisamente de esto, de seguir informando, de seguir luchando, ahora más que nunca, a favor de la vida para que llegue el momento en que una nueva mentalidad social dominante llegue a la decisión de abrogar la legislación pro-abortista como la cosa más natural. Y con el convencimiento que la verdad, a la corta o a la larga, acaba imponiéndose".
Creo que han llegado tiempos más propicios. Hoy en España hay una mayoría parlamentaría suficientemente importante y mayoritaria para desandar el camino. Y hay que hacerlo con urgencia, determinación y sin contemplaciones. Abolir estas leyes injustas que bendicen la muerte de los inocentes será uno de los servicios más destacables de esta legislatura. Es el momento. Está en juego el don más preciado: la vida de las personas. Y si no se hiciera sería porque no habría voluntad de hacerlo.
El poder está al servicio de la verdad y del bien que la ley natural y la Revelación expresan como la voluntad de Dios. Creo que es inimaginable para cualquier político sensato de nuestro país desconocer la situación. El capítal más importante de una nación son las personas que la integran y constituyen. La situación de la natalidad en España y en nuestro continente denota una decadencia imparable. Benedicto XVI hablaba de “invierno demográfico". Hoy en España ya pagamos y caras las consecuencias de este invierno. Si no fuera por la inmigración sería catastrófico. Me remito a los análisis muy certeros y realistas de estudiosos como Miró i Ardévol sobre el tema. ¿Podríamos imaginar como sería nuestro país si se hubiera dejado nacer a esta inmensa multitud exterminada en el seno materno? Suena fuerte, pero es así.
En el debate previo a las elecciones en que se confrontaron Mariano Rajoy y Rubalcaba me hubiera gustado más contundencia por parte del actual Presidente ante la invectiva que le lanzó su adversario al decirle si pensaba retirar del Tribunal Constitucional el recurso prsentado a la actual ley de aborto todavía vigente. Rubalcaba presentaba esta ley como “progreso". Si progreso significa “avance", efectivamente la ley supone un decidido progreso hacia el precipicio. Con mucha facilidad se podía demostrar que lo que ha traído esta ley a es todo menos progreso auténtico: estancamiento, decadencia, colapso demográfico y muerte en abundancia.
Confío que nos alegraremos pronto viendo como los actuales gobernantes van desandando este camino. Retirar la ley del aborto es una prioridad no solo moral sino económica. Y una condición de posibilidad para que España se abra de nuevo a los rayos saludables de las bendiciones de Dios. Dios no puede bendecir nunca esta horrible masacre que hemos vivido. Al optar por la cultura de la muerte una sociedad cava su propia tumba. Y de la misma manera que cuando uno evita que le lleguen los rayos saludables del sol encerrándose en una profunda cueva, del mismo modo no dejamos que nos alcancen las bendiciones de Dios cuando rechazamos sus leyes santas y justas al servicio de la persona y la vida.
Junto a la abolición de estas leyes de muerte confíamos ver una decidida apuesta por fomentar y ayudar eficazmente las famílias para la regeneración de la sociedad.
Por nuestra pare debemos seguir en la lucha trabajando por iluminar las mentes y las conciencias y rezando con perseverancia para que Dios toque los corazones de los hombres, especialmente de aquellos que tienen responsabilidades de gobierno en los pueblos.
Escribo esta breve reflexión en el día en que la Iglesia celebra los Santos Inocentes, aquellos niños mártires víctimas de la maldad y locura de Herodes y que hoy vemos reflejados en las inocentes víctimas del aborto.