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jueves, 27 de octubre de 2011

Garabatos Jurídicos e Inmigración

Aquiles Olivo Morel.


Miles y miles de seres humanos se desplazan cada día, a lo largo y ancho de los cinco continentes. Lo hacen presionados por los efectos de la crisis económica y la necesidad imperiosa de proteger a sus congéneres. Cuando existe un desbalance entre las economías de dos países que comparten un mismo territorio, resulta difícil controlar la presión de estos flujos migratorios.
Esta situación se da particularmente entre México y los EE.UU; entre la República Dominicana y Haití; entre España y los migrantes que llegan desde África. Existe una tendencia natural al desplazamiento de la gente hacia regiones donde la vida se le haga más llevadera.
En una ocasión el mismo Vaticano entendió que esta realidad no podría ser detenida con facilidad al amparo de simples legislaciones. Defendió el recurso de migrar como alternativa a las dificultades de los países para poder atender la demanda de empleo, alimentación y educación de quienes emprenden estos largos viajes, muchas veces sin regreso.
Existe evidencia del importantísimo aporte hecho por los inmigrantes a otras naciones sin cuya labor no hubiesen alcanzado a levantar la impresionante infraestructura física que hoy exhiben. Casi la mitad de las vías ferroviarias de los EE.UU fueron impulsadas por la mano de obra de los chinos, quienes agitados por las precariedades siempre han emprendido largos viajes a otras latitudes.
En la generalidad de los casos los inmigrantes llegan a desempeñar las labores no deseadas por los nativos; ocupan las peores condiciones laborales, sin importar si se le discrimina por otras razones o no; sus empleadores son tipificados de esclavistas por las pocas seguridades ofrecidas estos obreros, muchos de ellos sin identidad por tratarse de “indocumentados”.
Los nativos también elevan protestas porque se trata de gente advenediza cuya capacidad de adaptación atenta contra las plazas que ellos ocuparían. No aportan nada a la renta; estas planillas se mantienen en la sombra y no se corresponden con los horarios y las normas laborales estipuladas en el código de trabajo.
En Europa la creciente xenofobia ya empieza a manifestarse con un alto componente de agresividad; en los EE.UU. la controversia en contra de los extranjeros impulsa nuevas legislaciones, de tal envergadura que podrían avergonzar a cualquier grupo humano considerado con un mínimo de ética.
En todas partes las confrontaciones con los inmigrantes parecen ir aumenta, al tiempo de poner de manifiesto la poca efectividad de los cánones legales. El “chivo expiatorio” de este fenómeno consiste en la creciente creencia de que desplazan la mano de obra de los nativos; aportan poca cosa a la caja fiscal; se les acusa de la poca adaptabilidad a su nuevo medio, sin considerar la resistencia a asumir la nueva lengua y las nuevas costumbres.
Mientras esto sucede los Tribunales Internacionales de derechos humanos siguen recibiendo casos considerados espinosos, sea por haber agotados todos los recursos legales en el país de origen o por la manera en que se manipulan estas situaciones. En particular, la República Dominicana tendría que seguir demostrando con pruebas fehacientes no disponer de una política de Estado dirigida a discriminar a los nacionales haitianos. Un error en esta defensa podría sentar la base jurisprudencial para que otros aventureros, aposentados en las denominadas ONGs quisieran recurrir en masas, sea por el protagonismo, tan de moda en estos tiempos, o para servir a intereses ocultos, quienes desde mucho tiempo atrás, urden tramas de unificación y convivencia entre dos Estados soberanos, con características y definiciones muy disímiles.