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domingo, 11 de septiembre de 2011

La biblia en su casa.


Odio y cólera son dos cosas abominables en las que se destaca el pecador.
El que se venga experimentará la venganza del Señor: él le tomará rigurosa cuenta de todos sus pecados.
Perdona a tu prójimo el daño que te ha hecho, así cuando tú lo pidas, te serán perdonados tus pecados.
¡Cómo! ¿Un hombre guarda rencor a otro hombre y le pide a Dios que lo sane?
No tiene misericordia con otro hombre, su semejante, y ¿suplica por sus propios pecados?
Si él, débil y pecador, guarda rencor, ¿quién le conseguirá el perdón?
Acuérdate de tu fin y déjate de odiar; piensa en la muerte, en la descomposición, y observa los mandamientos.
Acuérdate de los mandamientos y no tengas rencor a tu prójimo; piensa en la alianza del Altísimo, y olvida la ofensa.
Mantente alejado de las peleas y cometerás menos pecados, porque el hombre colérico enciende las peleas.
El pecador siembra la perturbación entre los amigos, y hace cundir las desavenencias entre los que viven en paz.


Salmo
Sal 103, 1-2; 3-4; 9-10; 11-12


Bendice al Señor, alma mía, alabe todo mi ser su santo Nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.


El perdona todas tus ofensas y te cura de todas tus dolencias. El rescata tu vida de la tumba, te corona de amor y de ternura.


si se querella, no es para siempre, si guarda rencor, es sólo por un rato. No nos trata según nuestros pecados ni nos paga según nuestras ofensas.


Cuanto se alzan los cielos sobre la tierra tan alto es su amor con los que le temen. Como el oriente está lejos del occidente así aleja de nosotros nuestras culpas.



Segunda Lectura
Rom 14, 7-9

De hecho, ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo.
Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor. Tanto en la vida como en la muerte pertenecemos al Señor.
Por esta razón Cristo experimentó la muerte y la vida, para ser Señor de los muertos y de los que viven.

Evangelio
Mt 18, 21-35
Entonces Pedro se acercó con esta pregunta: "Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces?"
Jesús le contestó: "No te digo siete, sino setenta y siete veces."
EL QUE NO PERDONÓ A SU COMPAÑERO

"Aprendan algo sobre el Reino de los Cielos. Un rey había decidido arreglar cuentas con sus empleados,
y para empezar, le trajeron a uno que le debía diez mil monedas de oro.
Como el hombre no tenía con qué pagar, el rey ordenó que fuera vendido como esclavo, junto con su mujer, sus hijos y todo cuanto poseía, para así recobrar algo.
El empleado, pues, se arrojó a los pies del rey, suplicándole: "Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagaré todo."
El rey se compadeció y lo dejó libre; más todavía, le perdonó la deuda.
Pero apenas salió el empleado de la presencia del rey, se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas. Lo agarró del cuello y casi lo ahogaba, gritándole: "Págame lo que me debes."
El compañero se echó a sus pies y le rogaba: "Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagaré todo."
Pero el otro no aceptó, sino que lo mandó a la cárcel hasta que le pagara toda la deuda.
Los compañeros, testigos de esta escena, quedaron muy molestos y fueron a contárselo todo a su señor.
Entonces el señor lo hizo llamar y le dijo: "Siervo miserable, yo te perdoné toda la deuda cuando me lo suplicaste.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti?"
Y tanto se enojó el señor, que lo puso en manos de los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Y Jesús añadió: "Lo mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdone de corazón a su hermano."