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domingo, 21 de agosto de 2011
“Y el poder de la muerte no prevalecerá”
El evangelio nos trae la escena aquella en la que Jesús preguntó a sus discípulos quien decía la gente que era él, a lo cual le contestaron que unos decían que él era Juan el Bautista, otros que Elías, y aún otros que Jeremías, o alguno de los profetas.
“¿Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?”
Pedro, tomando la palabra, respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
En aquel momento, Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.” (Cf Mt 16, 13-23).
Sigamos adelante. Hace más de cien años, vivió en Inglaterra John Henry Newman, hijo de familia acomodada de rancia prosapia, presbítero anglicano posteriormente convertido al catolicismo cuando contaba unos 45 años, más tarde elevado a la dignidad de cardenal y beatificado en 2010 en una ceremonia que presidió el Papa Benedicto XVI en el Reino Unido.
El Beato Cardenal Newman, comentando específicamente esas tremendas y definitorias palabras del Señor Jesús, “sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella”, ha escrito unas líneas que aún hoy, aún mañana, siguen teniendo la misma validez que cuando fueron escritas hace más de un siglo. Recordemos, en este momento, que la Iglesia viene siendo objeto de ataques inmisericordes por parte de los mega gigantescos intereses multinacionales -el poder de la Muerte--, escudados en situaciones de por sí sumamente dolorosas, pero infladas a una proporción que llena de espanto.
Veamos lo que nos dice el Beato Cardenal Newman:
“Este es de nuevo un motivo de perplejidad para los creyentes, como leemos en los Salmos y los Profetas, es decir, que los malvados prosperan, mientras que los siervos de Dios parecen fracasar. Y así en tiempos del Evangelio. La Iglesia, por tanto, tiene este privilegio especial que no posee ninguna otra religión, a saber, que habiendo sido fundada desde la primera venida de Cristo, no desaparecerá hasta que Él vuelva otra vez.
Mientras tanto, en cada generación, parece que sucumbe y que sus enemigos triunfan. El combate entre la Iglesia y el mundo, es así: parece que cada día el mundo le gana terreno a la Iglesia, sin embargo, es la Iglesia la que en realidad se lo gana al mundo. Sus enemigos están siempre triunfando, aparentemente dejándola como vencida, y sus miembros se desaniman con frecuencia; sin embargo, la Iglesia permanece...
Los reinos se fundan y se desploman; las naciones se extienden y se reducen; las dinastías empiezan y terminan; los príncipes nacen y mueren; las coaliciones, los partidos, las ligas, las ocupaciones, las corporaciones, las instituciones, las filosofías, las sectas y las herejías se fundan y después desaparecen. Tienen su tiempo, pero la Iglesia es eterna. Sin embargo, en su tiempo, parecen tener una gran importancia...
En este momento, muchas cosas ponen nuestra fe a prueba. No vemos el futuro; no vemos que lo que parece tener éxito ahora y crece más, no durará mucho tiempo. Hoy, vemos filosofías, sectas y clanes extenderse, florecientes. La Iglesia aparece pobre e impotente... Rogamos a Dios, para que nos instruya: necesitamos que nos enseñe, estamos muy ciegos. En una ocasión, cuando las palabras de Cristo los habían puesto a prueba, los apóstoles le dijeron: "Aumenta nuestra fe" (Lc 17, 5). Vayamos sinceramente: no nos conocemos; necesitamos su gracia. Cualquiera que sea la perplejidad que el mundo nos inspira..., vayamos a Él con un espíritu puro y sincero. Pidámosle humildemente que nos explique lo que no entendemos, que abajemos nuestro corazón cuando se obstina, y que seamos capaces de amarle y obedecerle lealmente cuando le buscamos.”
Así en los comienzos de la Iglesia, así hace un siglo, así en el día de hoy, y así hasta que Cristo vuelva.
Bendiciones y paz.