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martes, 5 de julio de 2011

Negro Veras, amistad incomparable

Escrito por Nurys Rivas.


¿Quién en Santiago no le conoce? Abogado de proletarios, de explotados, de los que habían dejado muchos años de labor en una empresa y por la razón que fuera, vejez, enfermedad, o simplemente por nada, se quería prescindir de sus servicios.

Decir su nombre era y es sinónimo de orgullo, si a alguien le intimidaban con sacarle de su trabajo sin remuneraciones, éste ripostaba amenazando con buscarle.

En Santiago, el Cibao y todo el país nadie desconocía al abogado que se había erigido en defensor de los excluidos, aunque respondiendo a la primera pregunta, esta servidora no le conocía personalmente.

Hace unos años, trabajando como relacionista Pública y difusora cultural del Archivo Histórico de Santiago, atendí una de las tantas llamadas que llegaban diariamente solicitando datos sobre hechos históricos-culturales o relacionados con la colección de periódicos, el interlocutor, pedía reseñas de algunos periódicos de décadas pasadas y aunque no estaba entre mis labores la tarea, ya que las demás empleadas se encontraban ocupadas en otras cosas, subí a los archivos, bajando con los pesados volúmenes encuadernados, busqué y fotocopié los artículos solicitados que un mensajero recogería.

Esto se hizo casi cotidiano, tomaba nota y enviaba los documentos con la persona encargada de recogerlos.

En esos días una noticia conmocionó a Santiago, la esposa de este abogado se encontraba en delicado estado de salud durante varios días y un lunes temprano, leyendo los periódicos en el AHS, me enteré de la lamentable noticia, la dama había muerto ese pasado fin de semana y su esposo e hijos, desconsolados, lloraban su partida.

No sabía donde tenía su oficina, pero esto no impediría llegar, ya que por ser un personaje conocido, no sería difícil averiguarlo, no obstante, dada la falta de confianza, me pareció protocolar y adecuado llamar para pedir cita, de esa manera fue como conocí personalmente al doctor Ramón Antonio Veras.

Para asuntos de dar condolencias soy un poco nula, son momentos especiales que entiendo que hay que apurar, pero me dejan sin palabras, preferiría que me fuese permitido hacerme presente por medio de mis letras, no de mis palabras que suelen quebrarse irremediablemente.

Llevé para dejar prestado a Negro Veras, un libro llamado “Por donde los Ángeles Caminan”, que habla de las almas que abandonan el cuerpo, de su tránsito hacia otra dimensión y otras situaciones espirituales, le pedí que lo leyera, porque encontraría en sus páginas, sino consuelo, algo de resignación.

Así empezó mi amistad con este caballero de Santiago, amistad que me enaltece, porque este señor es de las pocas personas que tienen el don de saber ser amigo.

Este espontáneo recuerdo, es además de evocar a ese buen amigo, una especie de confesión de culpa, porque a Negro hace más de un año que no le veo, pasó el caso de Jordi y no tuve el valor de visitarle, en los días más supremos de la gravedad de su hijo, llegué hasta la Corominas con la idea de hacerme presente ante el amigo que imaginaba roto por la desgracia del hijo, pero mi escaso valor ante estos casos, me hizo retroceder, subir y bajar las escaleras y salir sin llegar a la habitación donde se encontraba.

Y es que conociendo los sentimientos de Negro, sabía poco o nada haría yo, en medio de aquella familia destrozada por la necedad de un abuso que todos estábamos repudiando.

No era necesario haber sido amiga de Jordi, que no lo soy, para sentirme apenada por lo que había sucedido, me bastaba el nexo de amistad con su padre y conociendo la clase de padre que es, tenía la certeza de que se encontraba desgarrado.

Breves conversaciones telefónicas es lo más que hemos sostenido en los meses previos al fin de año, cuando salí de Santiago, creo amigo Negro, que nunca es tarde para reiterar a los buenos amigos, la amistad más allá de la distancia, más allá de las abruptas piedras del camino.

Leyendo en la prensa tu clamor por la justicia para los cobardes agresores de tu hijo, sentí la necesidad de hacerme presente de manera subliminal y acompañar a tu familia en estos momentos amargos, son situaciones donde la verdadera amistad, dice presente.

Ruego a Dios, que así como tu voz recia se elevó en los estrados para salvar inocentes, baje del cielo la luz divina para que como un rayo, caiga sobre quienes trataron de tronchar la vida de tu hijo, no pierdas la esperanza buen amigo.