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martes, 10 de mayo de 2011

La lectura para hoy.


Ustedes son un pueblo de cabeza dura, y la circuncisión no les abrió el corazón ni los oídos. Ustedes siempre resisten al Espíritu Santo, al igual que sus padres.
¿Hubo algún profeta que sus padres no hayan perseguido? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ustedes ahora lo han entregado y asesinado;
ustedes, que recibieron la Ley por medio de ángeles, pero que no la han cumplido."
Al oír este reproche se enfurecieron y rechinaban los dientes de rabia contra Esteban.
Pero él, lleno del Espíritu Santo, fijó sus ojos en el cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús a su derecha,
y exclamó: "Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre a la derecha de Dios."
Entonces empezaron a gritar, se taparon los oídos y todos a una se lanzaron contra él. Lo empujaron fuera de la ciudad y empezaron a tirarle piedras.
Los testigos habían dejado sus ropas a los pies de un joven llamado Saulo.
Mientras era apedreado, Esteban oraba así: "Señor Jesús, recibe mi espíritu."
Después se arrodilló y dijo con fuerte voz: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado." Y dicho esto, se durmió en el Señor.
Saulo estaba allí y aprobaba el asesinato. Este fue el comienzo de una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría.