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martes, 15 de marzo de 2011
Julio Ibarra Rios: Inolvidable.
Tres maestros marcaron mi vida de estudiante universitario: Julio Ibarra Ríos, Ciriaco Landolfi y Francisco Alberto Henríquez (Chito). Los tres -Ciriaco, gracias a Dios, aún lo es- eran un océano de conocimiento y de vida proba y diáfana. Sus enseñanzas trascendían el aula, precisamente, por ello, eran maestros.
Hoy, supe que la muerte visitó a mi inolvidable profesor de Historia 011. La primera sensación fue de dolor y desolación. Y no podía ser menos, pues, con él y sus cátedras, recorrí los vericuetos más inhóspitos y tortuosos de nuestra historia como pueblo desde un enfoque crítico y de exaltación de la proeza de Duarte y los trinitarios. Y ese discurso histórico-pedagógico, tenía en él, una correspondencia ética-ciudadana indeclinable.
Llegaba sin prisa y sereno al aula; pero una vez allí, se transforma -mientras caminaba en el aula- y nos invitaba a un viaje imaginario por la historia nacional donde los procesos, las fechas trascendentes y la evolución socio-histórica del país se amontonaban en la pizarra, al tiempo que hacía énfasis en que fuéramos a las fuentes: a las bibliotecas, a los libros. Nos alentaba a tomar solo apunte de sus cátedras, y a fijar conceptos y lecciones de vida. Decía que la Historia como ciencia y disciplina, era una fuente inagotable para orientar el presente.
Yo, podría hacer larguísimo -si quisiera- este artículo sobre un maestro y ejemplo que marcó mi vida, y sin duda, la de varias generaciones de estudiantes universitarios, pero prefiero dejarlo hasta aquí y decirle a su memoria, a sus hijos y familiares que el maestro, el abogado y el juez, Julio Ibarra Ríos, fue un faro de luz y una montaña ética que trascendió su época y que su impronta cívica será imperecedera. Ese es el ejemplo, ese es su legado. Porque los puestos, los títulos y el poder son transitorios. Pena del que no lo sepa.
Lo trascendente y loable es ser ejemplo de vida. Él lo fue, en grado sumo, como maestro, como abogado, como juez y, ante todo, como ciudadano.
Descanse en paz, maestro inolvidable.
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